INTRODUCCION



"Tanto si piensa que puede, como si piensa que no puede, de cualquier modo está en lo cierto" Henry Ford


Montañista amigo, con el conocimiento, lo difícil o desconocido se vuelve fácil y accesible. ¡Que poca información teníamos en la decada del 90 y años posteriores, de muchas de las más altas montañas de Argentina y Chile! Algunas veces ascendimos una cumbre que no era la principal y otras tuvimos que dejar la expedición como mera exploración al recién poder determinar, ya al fin de la misma, por donde se debería haber accedido o ascendido! Y VOLVER. Durante años fui informando, con relatos y películas, de los resultados de las expediciones que realizabamos y las he condensado en este blog. Espero te sirvan mis relatos.

Jaime Suárez
jaimesuarezgonzalez@gmail.com

NO QUIERO MINERAS, O SUS CAMPAÑAS DE INTELIGENCIA, ANUNCIANDO EN MI PÁGINA...

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14 octubre, 2008

MERCEDARIO


MERCEDARIO

ascendido el 17 Enero 1993

Mercedario, desde la Pampa del Leoncito




Expedición Internacional realizada al declararse al año 1993 AÑO INTERNACIONAL DE LA CORDILLERA DE LOS ANDES.




MERCEDARIO

"Cincuenta y nueve años después, y un día antes ..."
por Jaime Suárez


Concluyó con especial éxito la Expedición Internacional organizada por la Unión Panamericana de Asociaciones de Montañismo(U.P.A.M.), la Federación Mendocina de Andinismo y Gendarmería Nacional



Cito estas bellas palabras de Don Antonio BEORCHIA NIGRIS, de su libro “El enigma de los Santuarios Indígenas de alta montaña” , con relación al Mercedario:
...”No existe una montaña igual a otra, del mismo modo que no podremos hallar dos personas idénticas. Hay montañas bellas; las hay imponentes, esbeltas, macizas, romas, toscas, ásperas, salvajes; pero también las hay suaves y blancas como una novia; las encontrareis coloridas y alegres, o grises y mustias; amenas y hospitalarias, o agresivas, hasta asesinas. Es decir, tan variadas en su aspecto y “personalidad” como pueden serlo los hombres entre sí. A nuestro Mercedario podríamos definirlo como “majestuoso”, porque así es de inmenso, macizo, soberbio...”

El Mercedario era llamado Pichiregua por los indios que habitaban las zonas de Calingasta y Ligua por los indios araucanos. Fue bautizado Mercedario por el explorador y geógrafo Pissis. Fue coronado, modernamente, por primera vez, por los polacos Victor Ostrowski, Adam Karpinsky, Esteban Daszynski y Esteban Osiecki, el 18 de enero del año 1934.

Cada año, la Federación Mendocina de Andinismo, al igual que otras federaciones americanas, presenta proyectos de ascensiones y escaladas a la comisión directiva de U.P.A.M.E. En el año 1992, fue aprobada y seleccionada por la Asamblea Ordinaria de este organismo reunida en México, la ascensión a partir del 11 de Enero de 1993 del monte Mercedario, ubicado en San Juan, Argentina, en conmemoración de dedicarse el año 1993 “AÑO INTERNACIONAL DE LA CORDILLERA DE LOS ANDES” Y a que se reuniría la Unión Internacional de Asociaciones de Alpinismo (U.I.A.A.) en Octubre de dicho año en Santiago, Chile.

Una vez más contó con la inestimable colaboración y apoyo de Gendarmería Nacional, por medio de su Escuadrón 27 de Punta de Vacas y la Patrulla de Rescate, con quienes ya habíamos ascendido el Tupungato el año anterior, para la organización de esta expedición.
Durante Noviembre y Diciembre de 1992 se fueron inscribiendo para esta ascensión andinistas de la Federación Mexicana de Excursionismo y Montañismo, club de Exploraciones México, Federación Española de Montañismo, club de Montaña San Agustín (Palencia, España), club de Montaña U.E.C. (Barcelona, España), club E.I.G.E.R. (Murcia, España), Federación Andinismo de Chile, club Andino Patrulla Excursionista Aguila Azul (Chile), Universidad de Río Cuarto, Universidad de Buenos Aires, Club Andinista Mendoza, Andes Talleres Sport Club, club Universitario de Andinismo (U.N.C.), club Alpino Italiano y Coop. Inti Natura.

Nos reunimos todos y partió la expedición integrada por 37 andinistas desde Uspallata el 11 de Enero, hacia Barreal en San Juan, por la precordillera y atravesando a bordo de los fiables Unimog, la Pampa del Leoncito, luego internándose hacia el Oeste hasta un poco más allá de Casa Amarilla, al pie de la cordillera. Al día siguiente con parte de la carga en mulas, se ascendió 765 metros hasta hacer campamento en la zona de las veguitas a 2766 m. y al pie del arroyo que baja, filtrado, de la Laguna Blanca.
Muy temprano el día 13 se inició el ascenso de los 925 m. en donde se haría el próximo campamento, ya a 3700 m., lugar desde el cual regresarían las mulas. que habían colaborado con la carga. Siete días más tarde volverían a buscarnos.

El amanecer del día 14 nos encontró a los andinistas subiendo con toda la carga en sus mochilas por la "Cuesta Blanca", un glaciar de fuerte desnivel de más de 300 mts. de altura (hoy desaparecido), llegando más tarde a una hollada protegida por montes circundantes del mismo Mercedario, llamado Pircas de Indios, a 5000 m. de altura y siendo las 17 horas. El día 15 se lo dedicó, para nivelar al grupo, a la aclimatación en dicho lugar. Aquí es donde pueden observarse varias pircas incas derruidas, que a toda costa se deben preservar y no tocar. Se recobraron fuerzas y se aprovechó el agua que corría por debajo de las piedras, para la hidratación del grupo.

El día 16 se retomó el ascenso bien temprano. Unos 100 metros más arriba de Pirca de Indios y sobre la cresta camino a la cumbre apareció otra pirca derruida que parecía un atalaya, puesto que de ella se dominaba todo el entorno a muchos kilómetros de distancia, por lo que apreciábamos la Pampa del Leoncito y el brillo de la cúpula del observatorio astronómico que cerca de ella se encuentra.
Se cruzó luego el inicio del glaciar del Caballito y la hollada del Mercedario, donde se rindió homenaje al Comandante de Gendarmería Marchesi cuyas cenizas descansan en un solitario nicho a más de 5400 metros de altura en un sitio solo pisado por andinistas. Se prosiguió, castigados por un implacable viento blanco, hasta el "Diente" a aprox. 6000 m., donde se instaló el campamento de salida a la cumbre.
Hacia allí se partiría al día siguiente, siendo una noche de poco y molestoso sueño por la altura, el frío-imperante y el nerviosismo de "cumbre". ­
Finalmente llego la mañana del día 17 y a las 8 horas empezaron a partir los primeros escaladores rumbo a la cima del Mercedario. En las zonas de sombra que aún no eran tocadas por los rayos del sol, el frío se hacía sentir en manos y pies a pesar del abrigo especial, después el movimiento y el sol normalizaron la temperatura de los cuerpos.
Cuatro horas después de la salida, previo ascender numerosas falsas cimas, se alcanzaba la cumbre del Mercedario, contemplando desde ella la hermosura de toda la Cordillera Central, con el imponente Aconcagua, al Sur, Donoso, y Ansilta al Norte, la Pampa del Leoncito al Este y la línea del océano Pacífico al Oeste.
Veintidós personas alcanzaron ese día los 6770 metros de altura de la 4° cumbre de Occidente, no recordándose referencia alguna en que un grupo tan numeroso coronara esta cima.


Mercedario, una parte del grupo en la cumbre.

Se conmemoraba un nuevo aniversario, ese mismo día, del Escuadrón 27 de Gendarmería Nacional y su cambio de Comandante, y agradecimos muy especialmente al Comandante Principal Juan Antonio Torá por su apoyo al andinismo americano, esa fue también la primera ascensión oficial correspondiente a la declaración del Año Internacional de la Cordillera de los Andes (UPAME, UIAA).
La expedición no estuvo exenta de inquietudes, a los 6000 m. se declaró un edema cerebral a uno de los integrantes, quien luego de una larga noche de ser asistido por médicos de la expedición, y tras organizarnos por grupos para la evacuación, fue bajado hasta los 3000 m. de altura, al refugio de Fabricaciones Militares, desde donde un helicóptero de Gendarmería lo trasladó hasta Barreal, donde fue dado de alta al día siguiente.
Cito aquí el relato de dicha situación, por parte del apreciado montañista español, José Mijares:, con pequeñas acotaciones “...Sin embargo nuestra alegría se cortó súbitamente cuando vimos que uno de los miembros argentinos de la expedición que se quedó en El Diente, estaba muy enfermo. El médico diagnosticó edema cerebral, había perdido la conciencia y ya no podía salir de la tienda ni para orinar. Su aspecto, lamentable, alarmó a todo el campamento; si no se descendía de inmediato, esa noche podría ser la última. Quedaban apenas dos horas para el anochecer y bajar un peso muerto de 80 kilos no es tarea fácil para gente agotada. Nos organizamos por grupos, el jefe de la expedición, junto a tres compañeros y yo bajaríamos hasta el campo base a 3.800 m., lugar desde el cual podríamos avisar por radio al helicóptero militar. Otro grupo descendería a Pirca de Indios para esperar el relevo al día siguiente y seguir descendiendo al enfermo, si era capaz de superar aquella terrible noche. El resto, apenas cuatro hombres y el médico, atenderían al enferme todo una larguísima noche, que , según nos relataron más tarde fue lo más difícil de sus vidas. Entretanto nuestro médico Gustavo Irusta, experimentado andinista, le administraba corticoides. Al amanecer el enfermo estaba un poco mejor. Llevaban 48 horas a 6.000 m., sin dormir y con todo el esfuerzo acumulado por toda la actividad, y a pesar de todo descendieron sobre sus hombros al enfermo. Mariano Muñoz los estaba esperando en Pirca de Indios junto con otros compañeros para hacer el relevo y tenía preparada la comida y las tiendas donde descansaría el grupo. Sin perder un minuto, cargaron sobre hombros nuevos al enfermo, hasta los 4.000 m. En dicho lugar los esperaba con una mula lista...”
El helicóptero de Gendarmería, a pesar que había llegado, no quiso operar, por una serie de “justificaciones” hacia Pirca de Indios. Subimos inmediatamente al enfermo en la mula que teníamos preparada y poco a poco y paso a paso, en un suave descenso por la ventaja la diferencia de altura, que ayudaba, fue recobrándose.
Llegamos al refugio de fabricaciones militares, donde nos albergó un grupo de sanjuaninos que lo ocupaba y luego de acomodarlo en mi bolsa de dormir, paso una mejor noche. A la mañana siguiente, y sumamente facilitadas las cosas, llegó a este sitio el helicóptero y desde allí lo llevó al hospital de Barreal. Hay filmación de esta última etapa por mi parte.
Un día después llegaron al campo base Gustavo y su grupo completamente exhaustos y ávidos de noticias. Fue un excelente trabajo de equipo para salvar la vida de un hombre, que hubiera muerto sin esa coordinación.
Sigue contando José Mijares: “ El camión de Gendarmería nos recogió de nuevo junto a Barreal, donde esperábamos al enfermo recuperado. En la ciudad la expedición ya era noticia, y nosotros, almorzando en el bar del pueblo, esperábamos al enfermo, que apareció como un fantasma, dirigiéndose tambaleante para abrazar al médico. Sin poder contenernos por la emoción, empezamos a aplaudir y a proferir vivas. Venía del más allá...”

Cincuenta y nueve años y un día antes que la primera expedición, de los polacos, habíamos llegado a la cumbre de esta preciosa y enigmática montaña. Fue una excelente e importante experiencia para los andinistas de diferentes latitudes y países, que día a día colaboran para acrecentar el interés por esta actividad.




Jaime Suárez
1993





Cerro Mercedario, hacia Pirca de Indios




Cumbre Mercedario, con Mariano Muñoz


13 octubre, 2008

VOLCÁN BARÚ

VOLCÁN BARÚ, ATALAYA DE PANAMÁ

ascendido el 30 de Junio 2002


Volcán Barú, tapado por nubes


Este bello país de Centroamérica, - que limita con Colombia al Sur y con Costa Rica al Norte - se encuentra a 7 horas de vuelo desde Argentina. Era el próximo destino de nuestros objetivos de montaña. Primero la reunión de la Unión Panamericana de Asociaciones de Montañismo y Escalada, que trataría temas relacionados a esas actividades, incluido un Congreso de Ecología de Ecosistemas de Montaña, y luego la ascensión al Volcán Barú, que con sus 3.475 metros es la mayor altura de Panamá.
La ciudad de Panamá, es la capital y mayor ciudad de esta república. Se extiende por varios kilómetros a lo largo de la bahía de Panamá, en la Costa del Pacífico. Luego de reunirnos los delegados del continente a las pocas horas de llegar a esta metrópoli, es inevitable destinar medio día para ir a visitar el famoso Canal, que en una longitud de aproximados 80 Km conecta el Mar Caribe (lado Atlántico) con el Océano Pacífico, en uno de los puntos más angostos de América Central. Esta obra de la ingeniería de inicios del siglo 20, fue inaugurada el 15 de Agosto de 1914. No dejan de impresionar, distribuidas en su largo, el sistema de 3 esclusas, de dos vías cada una, que elevan unos 26 metros a los barcos sobre el nivel del mar, para bajarlos nuevamente al otro lado del istmo. Desde el 31 de Diciembre de 1999 la República de Panamá asumió la responsabilidad total del canal.

A Panamá la atraviesan longitudinalmente de Oeste a Este dos sistemas montañosos que forman una región de colinas y valles cubiertos de espesa vegetación, y dan formación a numerosos ríos y arroyos que desembocan en los dos océanos. Mientras que en Argentina gozamos de 4 estaciones bien definidas, en esta parte del mundo existen prácticamente un invierno y un verano, y la gran diferencia parece ser solamente que en “verano” (Mayo a Noviembre) es la época de las lluvias (estación húmeda), no lloviendo consecuentemente en “invierno” (estación seca). El clima tropical húmedo provoca temperaturas que superan los 20° al amanecer y oscilan por los 35° al mediodía. Durante nuestra estadía - junio - a pesar de pasar mucho calor casi no se vio el sol panameño, que prácticamente estuvo tapado por nubes que dejaban caer lluvia en las horas de mayor temperatura.

El 23 de Junio, luego de almorzar, partimos desde la Capital, pasando el Puente de las Américas que une las costas del Canal que dan al Pacífico, e internándonos por la Carretera Interamericana, que conecta Panamá con el resto de Centroamérica, pasamos las localidades de Santa Clara, Río Hato, Pueblo Nuevo y Antón e ingresamos en la Provincia de Coclé hasta Penonomé. En el desvío, que desde Penonomé conduce hacia Sonadora, nos dirigimos hacia nuestro destino que sería el “hotel resort ecológico” Posada del Cerro de la Vieja, a unos 30 kilómetros de distancia. Pasamos pueblos como Churuquita y Caimito, donde en este último finalizó el pavimento y comenzó un difícil camino de tierra, que nos permitió llegar a la Posada. Este estupendo complejo turístico, ubicado en la posición 8°39´56,2N y 80°12´04,2O y a los 420 metros de altura sobre el nivel del mar, está rodeado de ríos y cascadas y cuenta también con un mirador de pájaros y mariposas, baños de lodo, y un curioso cerro en su cercanía, (Cerro de la Vieja) que le da el nombre. Nos alojamos en cómodas cabañas techadas a la usanza de las de los primitivos nativos de la región, perfectamente armados con hojas de palmera solapadas. Desde nuestras habitaciones podíamos observar que estábamos rodeados de una espesa selva que se perdía en un horizonte tachonado de montículos y desniveles también selváticos. En nuestros traslados hasta el centro de reuniones teníamos ocasión de ver alguna iguana verde, camaleones y variedad de insectos y pájaros de coloridos plumajes, todos ellos muy raros para muchos de nosotros.
La tarde del último día de nuestra estadía en el lugar, y preparándonos para la expedición al Volcán Barú, partimos a las 16,30 a ascender el cercano Cerro de la Vieja. Durante el trayecto primero descendimos a una depresión, en los 360 metros, sobre la que se erguía hacia el cielo nuboso, con un abrupto y verde desnivel de 140 metros, el Cerro de la Vieja. Luego subimos entre la selvática maleza por una estrechísima y barrosa huella que la hería y que continuamente desaparecía.


Cerro de la Vieja, en pleno ascenso


La pendiente era sumamente pronunciada por lo que había que agarrarse a lianas y ramas que se nos cruzaban en el camino, y muchas veces para ascender meter la bota entre hojarasca y raíces, con el consiguiente miedo de no tocar o pisar una serpiente, de las que sabíamos había numerosa existencia y variedad.




Cerro de la Posada de la Vieja


Por suerte el ascenso fue rápido. En 30 minutos estábamos en la cumbre, a los 500 metros de altura sobre el mar. La festejamos, a pesar de la tenue lluvia que había comenzado, disfrutando una total y verde vista del entorno que incluía los techos de las edificaciones de nuestra cercana posada. Pronto iniciamos el regreso, con el mismo cuidado que con el ascenso pero sin poder evitar resbalar varias veces por la humedad del inclinado suelo. Por suerte teníamos en todo momento donde asirnos.

Al día siguiente, algunos delegados partirían a la capital, para regresar a sus países, pero otros de Argentina, Brasil, España, El Salvador, Guatemala, México y Panamá, formando un grupo de montañistas abordaríamos, a las siete de la mañana, una “chiva” –especie de colectivo de dos largos asientos laterales y donde no se puede parar una persona- hasta Penonomé. Esta localidad debe su nombre, - nos explicó Ghunter, del Grupo de Actividades de Montaña de Panamá - a un indio llamado Nomé, que murió tristemente, tras perder a su amada en manos de un conquistador, quedando para los indígenas su alma en pena. Consecuentemente era la zona en que penó Nomé, y así trascendió hasta nuestros días la denominación del lugar. Desde allí empalmaríamos para continuar por la Carretera Panamericana, con rumbo a Costa Rica, hasta la ciudad de David.

A pesar de encontrarnos en la Carretera Panamericana no conseguíamos un micro de línea que tuviera las nueve plazas que necesitábamos. Debimos pactar en la terminal local, tras largas negociaciones, con el dueño de un pequeño micro que por 250 dólares nos trasladaría, incluido el retorno a Panamá, hasta la zona del volcán. Con el afán de no perder la oportunidad de concretar la expedición olvidamos considerar el tamaño del vehículo. Lo comprendimos en las horas de viaje al no poder estirar las piernas. Salimos por fin y tras una hora paramos en Santiago para almorzar. Continuando luego hasta David, la Capital de la provincia de Chiriquí, cerca ya de Costa Rica. Llegamos al límite de la ciudad y comenzamos un desvío en sentido Norte, pasando por Los Algarrobos, Dolega y finalmente, tras contemplar al fondo del horizonte la imponencia del Barú enmarcado en nubes, a Boquete. Allí pernoctaríamos en el Estadio “Los Naranjos”, centro deportivo que es orgullo de este pueblo. Desde la salida de Penonomé habíamos demorado casi 5 horas y nos sentíamos como sardinas en lata.

Boquete es un lugar de los llamados “cargados de energía”. Se encuentra a los 1.085 metros de altura del mar, lo que le da características especiales. Goza de un clima fresco y agradable. Abundan los jardines con multicolores flores. A mi criterio, y disculpándome por la rápida comparación, una “pequeña Suiza Centroamericana”. Sus casas con mezcla arquitectónica que pretende ser uniforme y sus calles con desnivel, se mimetizan con gracia dentro de un verde y nuboso entorno rodeado por ríos y arroyos, que tutela a su fondo el inactivo Volcán Barú. Hay mucho turismo y se denota movimiento en nuevos y modernos negocios, que se mezclan con los tradicionales del pueblo. Boquete es también un centro - el cuarto en importancia del planeta - al que acuden muchos jubilados pudientes del primer mundo a vivir tranquila y apaciblemente sus años de retiro.
Acomodamos las mochilas en nuestro alojamiento y volvimos al pueblo para tomar un chocolate caliente en “La Casona Mexicana”, que resultó más que especial ya que lo saboreamos mientras por la ventana veíamos caer una tenue y agradable llovizna. Luego a enviar unos correos electrónicos, comprar una radio portátil (el representante de la Federación de Brasil quería escuchar el partido que al día siguiente tendría su país con Alemania por el Mundial de Fútbol), recorrer la plaza y calles principales, y regresar para acostarnos bien temprano ya que el plan de ascenso al Barú requería comenzar la subida a la una de la madrugada, para evitar en lo posible el calor agotador y poder regresar al día siguiente a la noche a Panamá capital.

Nos habíamos acomodado en un sector del estadio deportivo, dedicado a hospedar delegaciones, que se encuentra separado de la pista de juego por un pequeño pasillo, techado por las tribunas. A las 10 estábamos tendidos en nuestras literas cuando sorpresivamente comenzó un partido de Basquet que originaba gritos, sonidos de bombos y estridentes pitidos que no nos permitió descansar prácticamente nada. Coincidió el final del evento deportivo con nuestros preparativos para salir. El agotador viaje, unido al pésimo descanso no nos hacía sentir con ganas de ascender ninguna montaña.
Pasada la una de la madrugada subimos con el vehículo hacia la zona del Volcán. A las 1,30 horas éste nos dejó a los 1.670 metros de altura puesto que no había ya condiciones de camino para un vehículo normal. Bajo la tenue luz de una luna en cuarto menguante y rodeados por todos lados de sombras, cargamos nuestras mochilas pequeñas a la espalda y en grupo cerrado comenzamos a subir. Doscientos metros más arriba se encontraba el acceso al Parque y un cartel que oscuramente rezaba “ Volcán Barú 13 Km” Entre bostezos, y algún que otro incontrolado cierre de ojos por el sueño comenzaban las primeras horas de nuestra pesada subida. A las dos y media de la mañana superamos la cota de los 2.000 metros, a las cuatro la de los 2.500, faltando aún 7, 5 Km de camino hasta la cumbre.
Las linternas frontales iluminaban la serpenteante senda tachonada de grandes piedras y largos pozos producidos por socavones de torrentes al bajar de altura, por lo que debíamos tener mucho cuidado en no tropezar o caer. A las cinco y media de la madrugada estábamos en los 3.000 metros, con aún 4,5 kilómetros por delante y ya vislumbrábamos árboles y espesura a nuestro derredor. A las seis y media pasamos los 3.200 metros, y nuestros ojos podrían apreciar la vegetación del bosque tropical húmedo que comenzaba a tener menor altura. A la cumbre aún restaba un kilómetro y medio. Recién a las siete y cuarto de la mañana coronamos el sector de pre-cumbre de este inactivo volcán en que se encuentran las antenas de los principales canales y radios de Panamá. La altura 3.451 metros. Una tenue lluvia y un helado viento no impidieron que acurrucados buscásemos en las mochilas todo alimento posible. Había que desayunar para calmar el agotamiento y el cansancio. Olavo estaba prendido de la radio escuchando entusiasmado como Brasil ganaba el mundial de fútbol. Todos lo felicitamos casi como si él hubiera jugado también.
Ya con algo en el estómago nos dirigimos en medio de la llovizna hacia la verdadera cumbre, unos cien metros más adelante. Superamos dos promontorios rocosos y pronto nos encontramos en la gran cruz que indica la cumbre. La altura 3.475 metros y la posición 8°48´551N y 82°32´555º.


Cumbre del Volcán Barú


Pero notábamos que no nos faltaba el aire. En nuestras montañas a los casi 3.500 metros de altura se manifiesta ya el apunamiento, especialmente cuando han sido alcanzados con mucha rapidez. Aquí no nos sucedía, pero el frío que producía el viento cargado de humedad y que fluía de un océano a otro, nos hacía enrojecer los dedos de las manos y convertir en torpe nuestro trabajo con ellas. Habíamos pasado de un sofocante calor a un insospechado e insoportable frío. No podríamos quedarnos mucho tiempo mirando el paisaje. Desde esta cumbre se contemplan perfectamente los dos océanos, el Atlántico y el Pacífico. Pero la danza de nubes del norte nos impidió ver el Atlántico y sólo nos permitió como una brumosa aunque azul línea en la distancia, ver el Pacífico. Sacamos las fotos de rigor y a las ocho de la mañana comenzamos el regreso hacia el punto de partida, donde nos recogería a las 12 horas el micrito. Demoramos cuatro largas y cansadoras horas en bajar que no nos impidió contemplar con admiración la abundante vegetación de esta montaña, y a la distancia al pueblo de Boquete que se estiraba elegantemente, unos mil metros más abajo, por todo un verde valle techado parcialmente por movedizas nubes.
El guardaparque al vernos llegar no dejó de regañarnos por subir de noche y de hablarnos sobre los peligros que eso involucraba tanto al poder perdernos como por los reptiles, jaguares y pumas que habitan la selva de esa zona. Nos entendió cuando le explicamos que avanzamos en grupo, siguiendo la senda y controlando la marcha por los puntos que tomábamos de GPS y los que teníamos almacenados previamente del trayecto, incluida la cumbre. Más luego, entrados en confianza nos explicó un poco la historia de este Parque Nacional, creado en 1976 y que tiene una superficie de aproximadamente 14.300 hectáreas donde en los meses de abril y mayo puede observarse el Quetzal, bellísima y rara ave de muy larga cola, que habita en Centroamérica.
Regresando, la plena luz del día nos permitió ver sembradíos de cebollas cultivados por indígenas de raza pura, que habitan esta zona de la ladera del volcán y cuyas mujeres aún visten sus batas (naguas) y atuendos tradicionales. Pronto llegamos a la camioneta que ya nos estaba esperando, y tras regresar el camino, rodeado de plantaciones de cafetales, volvimos a Boquete. Pasadas las 12,30 iniciamos el retorno de los aproximados 460 kilómetros que nos separaban de Panamá capital. Tras más de 6 horas de viaje llegamos. Algunos de nosotros debíamos esa noche tomar aviones de regreso. Fueron horas agotadoras, pero el esfuerzo mereció la pena, habíamos coronado el mayor atalaya de Panamá, y contemplamos una vista que habría envidiado Balboa, el descubridor del Océano Pacífico.




Altitud:
3.475 m sobre el nivel del mar.
Es la 1° cumbre de la República de Panamá.

Ubicación:
Se encuentra en la provincia de Chiriquí, a unas 6 horas de auto de Panamá (475 km.), cerca de la frontera con Costa Rica, en la posición 8°48´551Norte y 82°32´555Oeste.

Dificultad:
Técnicamente fácil. Ascenso en medio selvático, muy distinto al que estamos acostumbrados en nuestras latitudes por lo que se recomienda hacerlo con gente que lo haya subido previamente. Su ascenso se concreta entre las 4 y 6 horas a partir del ingreso al Parque. El descenso demora unas 4 horas hasta la cabaña del Guardaparque.

Equipo:
Se hace en el día. Botas altas de trekking. Abrigo de media Montaña. Equipo rompevientos.
Mochila con alimentos y 2 litros de agua. Un bastón o vara.

Acceso:
Desde la Capital de Panamá, por la Carretera Panamericana se llega hasta David, 8°26´683N y 82°25´758O. Hay servicios de colectivos desde Panamá que paran en David. En esta ciudad se abandona la Carretera Panamericana hacia en Norte, llegando a Boquete donde se puede en taxi – cuesta ida unos U$S 5 y conviene pactar el retorno – llegar muy cerca del control del Parque Nacional Volcán Barú.. Al ingresar al parque debe abonarse un canon de ingreso de U$S 3 para los extranjeros. Por demás detalles de acceso e itinerario ver relato.

Alojamientos:
Se puede conseguir en David, capital de provincia que tiene un aeropuerto internacional y más próximo al Volcán, en Boquete, donde se sugiere pernoctar.

Jaime Suárez

Pico BOLIVAR


Pico Simón Bolívar, 5.007 m

la Montaña más alta de Venezuela

ascendido el 18 Junio 1998

Habíamos llegado al aeropuerto de Caracas, tras una breve escala en Lima y un plácido y sereno vuelo. Dedicamos un día para recorrer a esta importante capital y luego continuamos hacia Mérida que se encuentra a unos 700 kilómetros de distancia y a una hora de avión.
Conjuntamente con el Teniente Coronel José H. Hernández, como integrantes de la UPAME y representando a la Federación de Andinismo y Escalada nos dirigíamos a la Asamblea que realizaba nuestra Institución en esa ciudad con miembros de la Unión Internacional de Asociaciones de Alpinismo, de la Federación Francesa y la Federación Española de Montañismo y Escalada.


Montañistas de América, España y Francia en la reunión UPAME

Habían surgido importantes temas inherentes a la participación del deporte de escalada competitiva en las olimpíadas del 2006 y de otras actividades, incluida la ecología de montaña, que debían ser tratados.
Mérida, la denominada ciudad de los caballeros, la estudiantil y turística, la bella y andina, es una preciosa ciudad venezolana mezcla de pasado colonial y presente cosmopolita , rodeada de verdes y boscosas montañas, que discurre estirada en una meseta rodeada por 4 ríos, dentro de un largo valle cordillerano por sobre los 1.600 metros de altura, y que deja un recuerdo inolvidable en el viajero que la visita y descubre.
En su casco central se encuentran viejas mansiones coloniales, algunas convertidas en museos, organismos y hasta centros comerciales.
Desde esta ciudad observábamos al pico Bolívar, que tutela desde la distancia. Pronto nos enteramos que ascenderlo es la meta de todo andinista que escuchó hablar de él y que por su dificultad constituye una verdadera aventura.
Pasaron rápido los días de reuniones y pronto pudimos coordinar con nuestros amigos venezolanos para ascender durante el fin de semana al Simón Bolívar, que con sus 5.007 metros de altura, y siempre cubierta de nieve, es la montaña más alta de Venezuela. Se encuentra cercano a Mérida y rodeado de otras dos cumbres de importancia como el Humboldt y el Bompland, en la posición N8°22´y O71°3´, dentro de la denominada Sierra Nevada que es la cadena montañosa más alta de la parte norte de Sudamérica, por arriba de Ecuador.
Se integró la expedición con representantes de Chile, España y Francia, debiendo para la aproximación utilizar un teleférico.
jaime suárez


Teleférico de Mérida

Los merideños se ufanan te tener el teleférico más alto y largo del mundo. Fue construido en 1957 y tiene un recorrido de 12, 5 km. a través de una importante y gran extensión del Parque Nacional Sierra Nevada, uniendo, tras 3 estaciones más, a los 2.442, 3.452 y 4.045 metros, a la ciudad de Mérida con el Pico Espejo a los 4.765 m, final del recorrido.
Desde el teleférico se observan pueblos, paisajes y bellísimas y verdes montañas con sol tropical.

Decidimos bajar en la penúltima estación, Loma Rendonda, a los 4.045 metros de altura, y rodeados de una nube, para desde allí ascender caminando y poder lograr aclimatación hasta la cumbre del Pico Espejo, unos 720 metros más arriba, donde pasaríamos la noche.
Luego de unas tres horas de penosa marcha entre lluvia y ventisca, donde utilizamos nuestros bastones y piquetas, superamos ese desnivel y llegamos al que sería nuestro campamento base, la última estación del teleférico que nos serviría de refugio.
Una vez instalados no dejó de sorprendernos observar, a unos 30 metros de distancia, una gran e imponente imagen de la Virgen de las Nieves,



Virgen de las Nieves - Pico Bolivar, Mérida -

...esculpida en mármol blanco, sobresaliendo sobre una preciosa base de blancas y algodonadas nubes y con un fondo de bellísimas montañas entre las que resaltaba el monte Bompland.
Infructuosamente tratamos de obtener una foto completa del Bolívar, las movedizas nubes lo impedían, y el clima no parecía querer cambiar a esa altura.
Luego de contemplar el inusual entorno que nos rodeaba y debido al frío del atardecer, procedimos a acomodarnos sobre el piso de madera del refugio y momentos más tarde, tras una rápida cena, nos refugiamos en el calor de nuestras bolsas de dormir.
A la mañana siguiente, a las siete, iniciamos el ascenso de los 240 metros que nos separaban de la cumbre.
Durante el ascenso al Bolívar

La diferencia de altura era poca, pero unida la dificultad técnica a las ráfagas de nubes que obstaculizaban la visión y a finas e intermitentes nevadas,

...recién pudimos coronar la cumbre a las doce horas, lo que nos dio un promedio de ascenso de 50 metros por hora.
En ningún momento pudimos tomar noción del tiempo ya que la escalada requirió toda nuestra atención. Había instantes en que debíamos clavar con mucho cuidado nuestros grampones y piquetas en cornisas tapizadas con hielo, mientras que en otros controlar la seguridad de un compañero que se adelantaba buscando mejor y más segura ruta de ascenso. Otras veces esperar parados en algún punto difícil hasta que tocase el turno, mientras el frío viento nos sacudía. Pero poco a poco íbamos subiendo y por fin pudimos llegar. Al hacerlo más de un suspiro de alivio se pudo escuchar.
La cumbre era imponente por constituir una afilada cuchilla en la que apenas pueden acomodarse, y no sin peligro, dos o tres personas. Un busto de Simón bolívar en la parte culminante de la cima, colocado en 1951, dificultaba aún más permanecer en ella.


Cumbre Bolívar, con el busto del Libertador

Nos apartábamos para facilitar el acceso de los demás andinistas y más tarde nos acomodamos en una nevada cornisa para un frugal almuerzo, pero recordando cómo se pegaban nuestros guantes a la roca por el frío.


Joan Garrigós y Jordi Pons
José H. Hernandez y Jaime



Cuatro rapeles nos pusieron rápidamente a una altura cercana a la de nuestro refugio base y lejos de la molesta tormenta.

Descenso del Bolívar

Un regreso lento a partir de ahí que finalizó a las 18 horas, y una vez llegados al punto de partida de ese día acomodamos con velocidad nuestro equipo y elementos ya que deberíamos aprovechar el último teleférico, en que bajaban los operadores de la estación, que estaba a punto de partir. Queríamos regresar a Mérida.
Mientras descendíamos, descansando nuestro agotamiento en los cómodos asientos, admiramos la belleza del paisaje que no demostraba en absoluto el otro clima que se desarrollaba en la altura.
Había sido un motivo de satisfacción compartir esta experiencia con otros escaladores por lo que festejamos la cumbre con cerveza y una suculenta cena de truchas asadas a la plancha - que se obtienen en los ríos y lagunas de Sierra Nevada - y que tan bien preparan los merideños, lamentando tener que partir de esta ciudad inolvidable.

Jaime Suárez

El Pico Bolívar, 5.007 metros, la montaña más alta de Venezuela, era llamada “Makumbari”(sitio donde se posa y duerme el sol) por los nativos de esa tierra, pertenecientes a la Gran Nación Maku, quienes al ver el resplandor de sus flancos nevados en horas nocturnas, la consideraban sagrada.
Tras varias denominaciones posteriores, su propuso en 1.925 el actual nombre en homenaje al Libertador para considerar el centenario de su muerte.



ANETO - Techo de los Pirineos -







ASCENSO AL ANETO

 el 29 de Mayo de 1999


por Jaime Suárez

El Aneto, con sus 3.404 metros de altura sobre el nivel del mar, es la más alta cumbre de los Pirineos, sistema montañoso que separa España y Francia. Se encuentra en los Pirineos Centrales, en el Valle de Benasque, Aragón, dentro de uno de los más representativos ecosistemas de la alta montaña de Europa. Lo rodean los más extensos glaciares y el mayor número de cumbres que superan los 3.000 metros de altitud de esa cordillera.

El marco natural en que se integra el Aneto ofrece una amplia variedad de deportes de montaña que van desde el esquí, la escalada, el ascenso, la caminata, el descenso de barrancos, el maratón y algunas más que lo convierten en la meca del Pirineísmo y una de las zonas más frecuentadas de la montaña española.

Pero la gran cantidad de visitantes que soportaba este lugar, unido a acampadas incontroladas, abandonos de basura, proyección de obras como: nuevas centrales, líneas de alta tensión, pasos de frontera, etc., obligó a que fuera necesario proteger esta área de montaña por parte de las Cortes Aragonesas. Surgió así el Parque Posets-Maladeta en el año 1994, con la finalidad de salvaguardar los valores naturales, fauna, flora, formaciones geomorfológicas y para poder potenciar y conservar sus ecosistemas garantizando el uso racional de los recursos naturales. Este parque posee una superficie de 33.267 Has. comprendidas entre los 1.500 y los 3.400 metros de altura.

Habíamos partido hacia Benasque desde Barcelona, miembros de la UPAME (Unión Panamericana de Montañismo y Escalada) representando a Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, Guatemala, México, Perú, con representantes franceses de la UIAA y las autoridades de la Federación Española de Montañismo y Escalada. Desarrollaríamos allí la primera reunión de nuestra institución que se hacía fuera del continente americano y el 5° Congreso Internacional de Ecología de ecosistemas de montaña, y como broche, no podía faltar, un ascenso al Aneto.
Los aproximados 300 Km. que recorrimos, partiendo desde los 5 metros sobre el nivel del mar en Barcelona hasta los 1.135 metros del Valle de Benasque, pasaron rápidamente mientras contemplábamos los sembradíos y paisajes de la campiña catalana y luego el ingreso a los verdes valles de la zona de montaña. Tras unas 4 horas de agradable viaje llegamos.
Nos alojamos en el imponente y moderno edificio de fachadas de piedra y 4 plantas donde funciona la Escuela Española de Alta Montaña de la Federación Española, que incluye en un edificio aparte, también de piedra y grandes cristales, un “rocódromo” para la práctica de la escalada.
Nos sorprendió contemplar en plena montaña una construcción de tal categoría, como también el manejo gerencial de capacitación y recursos. Sería interesante capitalizar experiencias.
Transcurrieron muy pronto los días de reuniones, unidos a las degustaciones gastronómicas, el recorrido por la villa de Benasque moderna y la parte antigua medieval, y las visitas de observación y compra a una muy importante tienda de artículos de montaña.
No dejábamos de admirar que al extendérsenos una factura, en su parte inferior leyéramos el parte meteorológico para las próximas 48 horas: “Tiempo nuboso y “variable para el sábado, con menos sol del previsto en los días pasados. Vientos del “noroeste-oeste moderados, temperaturas de 4 grados de mínima y 19 grados de “máxima, isoterma cero grados a 2.300 metros. Para el domingo día 23 despejado con “sol, temperaturas entre 5 y 23 grados, con vientos del noroeste-sur flojos y la “isoterma cero grados a 2.500 metros”. Era una excelente ayuda para el visitante.

Estaba por comenzar el verano en el hemisferio norte, y el invierno en Argentina, pero por la inestabilidad que presentó el clima, no dejaba de interesarnos que podía suceder el día 28 de Mayo en que saldríamos hacia la montaña. Esa noche llovió copiosamente y el parte meteorológico no era favorable.
Abandonamos nuestro cómodo albergue de la Escuela de Alta Montaña a las 17,30 horas, en vehículos, hacia La Basurta, por un camino asfaltado hasta el ingreso a los Llanos del Hospital a los 1.758 metros y desde allí por un camino consolidado, que en invierno se usa como tránsito de esquí de marcha, hasta nuestra primera etapa a los 1.900 metros de altura. Arribamos tras unos 17 kilómetros de marcha. En La Basurta, en un lugar especialmente dedicado a aparcamiento, quedarían las camionetas esperándonos.
Enfundados en nuestra ropa de montaña, incluidas piqueta, mochila (donde iban nuestros grampones, lentes, comida de marcha para el día siguiente, parka de abrigo, medias de recambio y cantimplora) y colocadas nuestras botas de altura, comenzamos a ascender una huella serpeante, que rodeaba pequeños bosques y algunas mortecinas glaciaciones que luchaban en esta altura contra el fin de la primavera. Los 250 metros de desnivel que existen hasta el refugio de La Renclusa, nuestro destino del día y donde pasaríamos la noche, fueron superados tras unos 40 minutos de caminata.
Este refugio de piedra que cuenta con todos los servicios, se encuentra en proceso de refacciones que incluyen su ampliación y modernización. Los precios son sumamente accesibles. Había mucho movimiento de alpinistas y esquiadores lo que unido a la obra en realización nos hace sugerir a todo potencial montañista que realice las averiguaciones necesarias en la Villa de Benasque para asegurarse alojamiento. Pero siempre es conveniente acceder, por más experiencia que se tenga, con alguna persona experimentada o contratar el servicio de un guía, para disfrutar de la empresa, y minimizar al máximo la posibilidad de accidentes.
Tuvimos que dejar nuestras botas a la entrada del refugio y colocarnos unas chancletas para transitar por su interior. Nos instalamos en un dormitorio del primer piso de cómodas literas, para seis personas, con colchones, y pronto fuimos convocados a la cena que resultó más que suculenta. Había que despertarse a las 4 y media de la mañana para aprovechar la nieve lo más dura posible y evitar que nos enterrásemos al ascender, ya que eso aparte de demorarnos consumiría nuestras energías. Entre bromas y chistes empezamos a conciliar el sueño aproximadamente a las 22 horas. A la hora señalada varios y consecutivos pitidos de relojes anunciaron que había que levantarse. Nos vestimos y tras un buen desayuno, digno del mejor hotel, partimos a las seis menos cuarto de la mañana.
Fue necesario en los primeros minutos y a pesar de la blancura de la nieve, utilizar linternas frontales. Tras dos horas de marcha por una fuerte pendiente accedimos al Portillón superior que se encuentra a los 2.870 metros, allí un breve descanso nos posibilitó colocar los grampones en nuestras botas. Desde allí debimos bajar una pronunciada aunque corta pendiente para introducirnos en el glaciar del Aneto.
Podíamos ya apreciar el sector de cumbre del Aneto. Continuamos hacia el Collado de Coronas, 3.190 metros, perfilando el glaciar del Aneto y pisando una nieve que soportaba bien nuestro peso. El grupo que había salido compacto y unido, se había ido separando por el esfuerzo y al amoldarse cada uno a su mejor paso. Era muy agradable después de haber estado varios días mirando las montañas desde el valle, poder caminar entre medio de ellas. La diferencia del paisaje y de altura con nuestras montañas en el sur, hacía más cómodo el ascenso. Llegamos casi una hora y media después.
La vista era impresionante, un ascendente e inclinado glaciar permitía coronar al Aneto en un desnivel de poco más de 200 metros. Hicimos un breve descanso y aprovechamos también para dirigir una mirada a todo nuestro alrededor y contemplar las cumbres que nos rodeaban. Pero debíamos continuar, ya la nieve no era tan dura, a pesar de la altura.
Unos cincuenta minutos después nos abrazábamos en la precumbre del Aneto a los casi 3.400 metros de altura. Un fino viento nos recibió.
jaime suárez
Aneto, ¡casi en la cumbre!

Aún faltaba superar el llamado puente de Mahoma, filo formado por una brecha de piedras de unos 80 centímetros de ancho por 30 metros de largo, pero con profundos precipicios a ambos costados, que permite acceder a la cumbre real. Aquí el peligro es el vértigo ya que las manos y los pies encuentran siempre donde aferrarse. Permite el paso de personas en un sentido, aunque hay que detenerse en algunos puntos para dejar pasar a algún impetuoso que igual quiere cruzársenos, o tener paciencia esperando turno con algún cuidadoso en extremo que demora el paso de los demás.
Con sumo cuidado y luego de dejar la piqueta y los grampones en la precumbre, para trabajar con mas seguridad, lo superamos. Por fin pudimos abrazarnos en la cumbre final del Aneto. Eran las diez y veinte de la mañana, habíamos demorado poco más de cuatro horas y media desde la salida del refugio. Nuevamente miradas hacia atrás buscando encontrar algún paisaje o punto familiar en medio de tantas montañas tratando de armar en nuestra mente el recorrido transitado. Comenzamos a sacar las consabidas fotos de cumbre para recordar el momento. Nos encontrábamos al lado de un monolito con una pequeña imagen de la Virgen del Pilar, idéntica a la que se halla en Zaragoza y sobresalía en la nieve un bloque metálico. Era la mejor prueba de haber arribado a la altura máxima de los Pirineos.
La visión era perfecta a pesar de los grandes y amenazantes nubarrones que cubrían el cielo en altura.
Luego de las salutaciones y felicitaciones recíprocas procedimos al descenso. No fue fácil. La nieve había comenzado a ablandarse y nos enterrábamos paso a paso. Pasaron tres largas horas antes de llegar a La Renclusa, a partir de allí fue mucho más fácil, en 30 minutos más estabamos en La Basurta. Accedimos a los vehículos y retornamos a la Escuela de Alta Montaña para un merecido aunque tardío almuerzo.
Posteriormente nos enteramos de que la reproducción de la Virgen del Pilar fue colocada en la década del 50 y también una gran cruz metálica que fue tirada hacía poco tiempo por una tormenta y se hallaba enterrada en la nieve sobresaliendo sólo una pequeña parte, que era la que habíamos apreciado.Merece la pena al viajero que ame la montaña y viaje a España, el llegar hasta este bello lugar de los Pirineos.



Aneto, cumbre




INCA HUASI

ascendido el 11 de Marzo de 1997 


Inca Huasi, Catamarca, Argentina


INCA HUASI
( CASA DEL INCA)
Inca Huasi
6.638 m.s.n.m.
Integrantes:
Jaime Suárez (C.A.M. - U.P.A.M.E. - FRAE)
Mirta Sarmiento (C.A.M.)
Alejandro Gimenez ( JANAJMAN- FRAE)
Fecha inicio: 6 de Marzo de 1997.
Fecha finalización: 13 de Marzo de 1997.
Fecha de cumbre: 11 de Marzo de 1997.
Ruta: Noroeste, vertiente argentino-chilena







Inca Huasi, en la cumbre



Jaime Suárez
Mendoza, 17 de Marzo de 1997.-



Inca huasi desde el Este hacia O


jaime suárez

SIERRA DEL VELADERO

jaime suárez

El Veladero, desde la Laguna Brava


VELADERO

ascendido el 13 Noviembre 1998

Objetivo, VELADERO...Esta bella cumbre, que sobresale majestuosamente con sus 6.438 m entre las que componen la Sierra del Veladero, fue y es un verdadero punto natural estratégico en esta región del país.
Se encuentra a unos 27 km. del límite fronterizo con Chile, y el largo aproximado de la sierra supera los 30 kilómetros. La posición de su cumbre principal es S 28° 05´450 y O 068° 58´550.
Su perfil se impone aún antes de llegar a la Laguna Brava, y su cumbre sigue siendo perfectamente contemplable no sólo mirándola desde el límite fronterizo con Chile en el oeste sino que desde diferentes puntos. La pampa del Veladero se extiende como una alfombra en su sector sureste y el campo de los Burritos Muertos en su este limitando con la base del Bonete. Su fin en el norte prácticamente concluye cerca del oeste del Pissis.
Un perfecto y natural atalaya que a pesar de no superar los 6.500 metros predomina más que varias cumbres mayores en altura que desde decenas de kilómetros lo rodean.
me su

Sierra del Veladero, La Rioja, Argentina

En su entorno se encuentran montañas como Bonete (6.759m) y Pissis (6.882m) ya escaladas anteriormente por nuestras expediciones, y que serán futuros centros neurálgicos del andinismo internacional por la importancia de sus alturas, ya que el Pissis que es la segunda montaña de Occidente –desplazó al Ojos del Salado-, y el Bonete es la sexta en orden de alturas.
Domina y tutela esta orgullosa cumbre nevada el antiguo camino que primero transitó el ejército imperial inca (quinientos años atrás) y luego las manadas de ganado que cruzaron desde Argentina, pasando por Yague, hasta Copiapó en Chile (esto más cercano en el tiempo, sólo cien años atrás)

Esta montaña la habíamos constituido en objetivo para la primavera de este año, por parte de la Unión Panamericana de Asociaciones de Montañismo y el Club Andinista Mendoza y hacía varios meses que teníamos programada la expedición, al igual que en las anteriores montañas.
Partimos de Mendoza el Sábado 7 de Noviembre a las 11,30 horas, Mirta Sarmiento, Adriana Dominguez, Hans Siebenhaar y el que suscribe, Jaime Suárez, y tras un largo pero agradable recorrido por la 40 atravesamos el norte de Mendoza y todo San Juan hasta llegar a La Rioja, pasando por Villa Unión, Vinchina, Alto Jague, hasta finalmente llegar al Refugio El Peñón, dentro de la Reserva de Laguna Brava.



Refugio El Peñón

Armamos nuestras carpas en su entorno y procedimos a descansar.
El refugio, construcción de piedra con diseño de nido de hornero, ya estaba colmado por visitantes que regresaban de la Laguna Brava en tres vehículos y por máquinas de Vialidad que mancharon con aceite y gas-oil todo el piso de tierra, afeando el ambiente.
La agresión indiscriminada está produciendo en la montaña multiplicidad de residuos de todo tipo, que incluso contribuyen seguramente a enfermar a roedores y pájaros que han formado un pequeño dominio dentro de ese ecosistema. Un ratón de lentos movimientos, que intentaba meterse bajo nuestras carpas y carente de todo tipo de reflejos nos dio la pauta de que no nos equivocábamos. Se haría necesario aislarse totalmente de lugares en que se observasen desechos de roedores.
Dos cruces toscas señalan, debajo de la gran roca, dos tumbas. Ellas comparten con los viajeros circunstanciales, que no se dan cuenta de su presencia, la soledad y el silencio que imperan, sin dar idea ni reflejar el drama que les impuso la muerte.
A la vuelta plantearíamos –y así lo hicimos- a los guardaparques de la reserva la necesidad de un mayor control sobre la recolección de basuras y el mal manejo de combustibles observado. Es prometedor el futuro de esta zona y sería bueno mantener los cuidados que sean necesarios.

No está demás recordar que unos 50 metros antes de este refugio y gracias a dos tubos plásticos se puede recoger con facilidad agua potable que surge al mismo borde del camino. Salvo que se siga para la frontera, es difícil volver a conseguir este precioso líquido. Llenar recipientes sin miedo.
Luego de una agradable noche, la mañana del día 8 nos sorprendió ascendiendo unos cerros aledaños para contribuir a una mejor aclimatación y más tarde, pero antes del mediodía,
emprendimos la marcha hacia el próximo Refugio Laguna Brava, ya al borde de esa laguna, y que sería nuestra base de aclimatación.

Refugio Laguna BravaMuy pronto, dentro de la hora, llegamos a la Laguna Brava desde el Peñón. El odómetro de mi vehículo marcaba 660 Km. desde Mendoza hasta ella.
El día era espectacular. Un profundo cielo azul resaltaba el amarillo oro de la rala vegetación desparramada en torno al refugio y al lado noroeste de la laguna.
El resto del domingo 9 fue para armar nuestras carpas dentro de la pirca corral que 100 años atrás se construyó con el refugio, destinada al ganado caballar. También fue para dedicarnos a un tardío almuerzo y para observar, sólo por un momento, el esqueleto del “destapado” que seguía al lado de la puerta del refugio con su “imposible de tapar osamenta”. Una vez más tratamos de rellenar los agujeros con piedras, aunque seguros que se volvería a destapar parcialmente.
Este cadáver forma ya parte indisoluble de la historia de este refugio. Una breve oración brotó desde nuestro interior hacia su alma.
No pudimos dejar de admirar esa noche la vista de la vía láctea. Ninguna bruma, ni smog nos impedía contemplarla tan bien desde los más de 4.000 metros de altura.
Los autos quedaron con sus trompas frente al borde este del refugio. Era una forma de protegerlos del gélido viento que corría desde las faldas de la montaña.

Hacia el campamento Base
El lunes 9 a temprana y solar hora partimos en los dos vehículos hacia el encuentro del que sería nuestro campamento base. Aunque habíamos estudiado las cartas, quisimos revisar palmo a palmo cada entrada que pudiese permitir acercarnos a nuestro objetivo.
Siempre que se encara una cumbre sobre la que no se tienen antecedentes se producen situaciones lógicas de preocupación en lo relativo a evitar equívocos de ruta que puedan hacen demorar o fracasar la expedición.
Por suerte se trataba de una montaña con plena visibilidad de su cumbre, libre de obstáculos visuales, por lo que de una manera u otra sería inevitable no hallar un buen camino de ascenso, era sólo cuestión de tiempo.


El veladero, sobresale majestuosamente su cumbre dentro de la Sierra del Veladero.


Tras conversaciones, nerviosas miradas a las cartas y análisis varios llegamos por la Pampa del Veladero, después de abandonar el camino a la base del Bonete e introduciéndonos en una suave lengua resultado de un antiguo y ya inexistente gran cauce glacial, al que sería de ahí en más nuestro campamento base. Su posición era S28°07´924 y O 068°53´934 y su altura los 4.750 m. Tenía un pequeño y limpio glaciar de nieve recostado sobre el borde de una lomada.
Marcamos nuestros GPS y satisfechos con la ubicación y la altura y regresamos los 22 kilómetros (línea recta) que nos separaban de la Laguna Brava, ahora en una forma más tranquila y escuchando música mientras contemplábamos el Bonete, por haber determinado el acceso correcto a la base de la montaña.
Un almuerzo lo más fuerte posible (fue menos de lo necesario), luego tras un breve descanso nos dedicamos a recorrer la Laguna. Nuevamente contemplamos los famosos y escondidos geisers, fotografiamos los flamencos rosados y tras descubrir un nuevo conjunto de pircas, no relevadas hasta ahora, procedimos a ascender los dos cerros que actúan de “puerta” de la Laguna. Uno es el llamado “Don Mario”, donde en su cumbre y a 4.300 m contemplamos y fotografiamos la pirca circular de unos 3 metros y medio de diámetro útil y la medialuna de piedras anexa que permitía a los incas protegerse del viento y vigilar todo el entorno. Todo ello con una preciosa y directa vista a la cumbre del Veladero (donde luego relevaríamos otra construcción). También pudimos observar otros derruídos y pegados muros de piedra que formaban parte de las construcciones. Desde el cerro Don Mario se baja directamente a los tambos y pircas que se encuentran al borde de la laguna y que en su momento constituyeron toda una ciudadela. En el otro cerro no encontramos vestigio inca alguno.
Regresamos contentos a nuestras carpas y un poco más aclimatados para los 4.000 metros.
No podría de dejar de imaginar, situación que trasladé a mis sueños de esa noche, como se movían los incas en todo ese entorno de la laguna brava. Me parecía ver sus grupos moviéndose de un lado a otro y a vigías oteando horizontes desde sus altas pircas. Cuantas cosas habrán sucedido en esa solitaria parte de nuestro país.

Hacia el campamento base con todoEl martes 10 salimos con nuestros automotores al que sería el Campamento base. No nos apuramos en despertarnos. Tranquilamente la partida se produjo a las 11 horas. A las 12 estábamos en los 4.750 metros armando nuestras 2 carpas y acomodando nuestros vehículos que deberían resistir varias noches con temperaturas bajo cero. No está demás recomendar que hay que tener suficiente anticongelante en el radiador y por lo menos echarle un litro de kerosene al gas-oil para evitar que se hagan solidificaciones en sus componentes. Aparte se debe considerar el desgaste de la batería, no olvidemos que más de 4.700 metros no es una altura normal y el frío siempre es considerable, aunque estemos en plena primavera. Aprovechamos la inclinación del terreno apuntando las camionetas hacia el valle, por lo que pudiera pasar. Unos montículos de piedras que improvisamos intentarían desviar en lo posible el viento de sus radiadores.
Entrábamos a las noches “largas”. Meternos dentro de las bolsas luego del té de las 17 horas, esperar la cena de las 20 horas y a dormir para matar el tiempo.
Adriana y Mirta compartieron nuevamente su carpa mientras que Hans y yo en la otra volvimos a concentrarnos en nuestras elucubraciones de posiciones, alturas, distancias y los problemas que pudiesen presentarse pero suponiendo que todo estaba previsto.
Así pasó la larga tarde y la larga noche. No estamos tantas horas durante el resto del año en posición horizontal, salvo sólo en las épocas que encaramos expediciones. Luego nos costaría desacostumbrarnos.

Hacia el unoMiércoles 11, a las 9 y diez minutos comenzamos a caminar hacia el campamento 1. El día era estupendo y el desnivel muy suave. Nos acompañaban en nuestro camino unas tenues, ligeras y altísimas nubes, pero ese día no prometía echarse a perder.
Toda la carga pesaba ahora en nuestras espaldas. Las cocinas, las bolsas, las carpas, el alimento, el abrigo, la radio, el GPS, etc.. Tras 5 horas y media de ascenso que sólo permitió superar un desnivel de aproximados 250 metros, llegamos pasadas las 2 y media de la tarde al que sería nuestro campamento 1. Habíamos recorrido más de 6 km en ese trayecto y estábamos a los 4.990 m. De inmediato y antes que nada procedimos a nivelar el suelo donde asentaríamos nuestras dos carpas y luego comenzamos a armarlas. No había tanto apuro para comer.
Más tarde almorzamos, descansamos un rato y procedimos a recoger nieve de un glaciar cercano para formar agua en nuestra termita. El vital líquido es imprescindible para el desayuno y todo el consumo del día siguiente. Los tres litros que cada uno subía ya habían sido prácticamente agotados.
Un té a la tarde, por lo general siempre a las 17 horas, y a la bolsa de dormir. Nuevas charlas, mediciones, constataciones y a dormir luego de una frugal cena. Ya suponíamos que el día siguiente sería un ascenso muy duro, considerando el peso a transportar y la necesidad de tomar rápida altura
Nuestra posición era S28°05´385 y 68°56´500.

Hacia el dos
Salimos luego del cotidiano y amado desayuno, a las nueve menos diez de la mañana. Con el agradable sol a nuestras espaldas, nuevamente con todo el peso en nuestras mochilas, que nos parecían parte de nuestro cuerpo.
Durante el ascenso y a los efectos de aliviar cargas, procedimos a abrir una lata de 1 litro de duraznos en almíbar, cuyo contenido desapareció rápidamente. Fue un alimento que nuestros cuerpos agradecieron.
Cada 50 minutos de marcha procedíamos a un pequeño descanso de 10.
Hoy la distancia era mucho menor, pero la altura a ascender bastante importante. Si bien notábamos que se iba enrareciendo el aire, también apreciábamos que la aclimatación obtenida era muy buena ya que nos adaptábamos perfectamente a pesar del peso de nuestras mochilas.
Tras más de 5 horas de marcha superamos unos 700 metros de desnivel, para llegar a la cota de los 5.720 m. Un largo y aislado glaciar colaboró con su nieve blanda a facilitar nuestro ascenso en los trescientos metros finales.
A las 14, 40 comenzamos a armar nuestras carpas, no sin tener que nivelar otra vez el piso para descansar mejor y de colocarnos lo más cerca posible de otro glaciar que escurría como un río seco desde la cota de los 6.000 metros. La idea era no caminar mucho para obtener hielo para derretir.
Nuevamente la ceremonia del almuerzo, el cercano té de las 17, meternos a la bolsa, discutir sobre temas que daban conversación y luego de la cena conciliar el sueño lo más posible, y escuchar radio AM si captábamos algo .
La puerta de nuestra carpa hacía de ventana. No nos cansábamos de admirar al Bonete, al Reclus, al Pissis, la Laguna Brava que a más de 30 kilómetros se extendía blancamente y al cerro Don Mario que tan bien apreciábamos y que habíamos ascendido durante la aclimatación en la laguna Brava. El paso de los minutos iba cambiando y oscureciendo los matices haciendo diferentes las escenas. La presencia al anochecer de nubes grandes y negras no dejaron de intranquilizarnos un poco.
Nuestra posición era 28°05´200 y 68°57´750.
Algo nos preocupaba a Hans y a mí y no lo queríamos transmitir, el día siguiente, que sería el de cumbre, era viernes 13, a ninguno de los dos nos gustaba esa coincidencia del calendario, pero eran momentos de acciones y no de malos pensamientos. El día posterior nos diría....

Hacia la cumbre
Salimos a las 8,30 hacia la cumbre. Nos separaban unos 720 metros según las mediciones de nuestras cartas. La primera horas de marcha hizo sentir un fuerte frío que traspasaba nuestros guantes, luego por el movimiento y el retiro del frío del amanecer desapareció.
Atravesamos pronto la cota de los 6.000 metros por entre medio de dos prominencias rocosas, verdaderos cerros, a las que llamamos “pechos”, y pronto tuvimos a la vista al piramidal glaciar de la cumbre.
Debíamos comenzar a achicar nuestros tiempos de ascenso y a agrandar los de descanso. La altura se hacía sentir a través de nuestra agitada respiración.
Pronto comenzaron ocultar el sol amplias nubes que en la tarde del día anterior sólo se habían atrevido a tapar el Bonete y la Laguna Brava.
Las teníamos hoy aquí, encima de nuestras tapadas cabezas. Pero no prometían tormenta, sólo hacer que el día fuera plomizo.
¿Hacia donde tomar? Pronto nos decidimos. Encaramos la subida de su izquierda. Parecía más dura, pero era más directa. Nos parecía que a pesar de su inclinación podríamos ganar tiempo. La llamaríamos ruta Mónica. Ya imaginarán Uds. por qué.
Tras 6 horas y media, y luego de sortear grandes laberintos de pequeñas y grandes piedras enquistadas en nieve, que parecían no acabar jamás, y en la parte final dar secuencias de 20 pasos luego de descansar contando veinte respiraciones, accedimos no sin grandes esfuerzos, a coronar la cumbre. A medida que llegábamos procedíamos a un abrazo emocionado. No era una montaña fácil. Pero toda la expedición había llegado cumpliendo una vez más sus propósitos.
La maldita presencia de un pico de acero con su mango de madera nos dio la pauta que encontraríamos las ruinas incas que estaban también en nuestro objetivo. Los que se nos adelantaron ya habrían hecho su trabajo. Rogaba que hubiera sido gente respetuosa y no huaqueros que buscan trofeos que luego descansan vaya saber donde.


Cumbre Veladero y pico anteriormente utilizado para socavar en el lugar


Colocamos el pico como elemento de cumbre encima de un grupo de rocas, asegurándolo. Tal vez como pararrayos tendría mejor uso. Ya había encontrado otro en el Llullaillaco y también había servido para producir pozos y fuerte destrucción.
La posición era 28°04´450 y 68°58´550. Y la altura, salvo muy leves variaciones de los dos GPS, la que indicaba la carta, 6.436 metros sobre el nivel del mar. Las nubes lograban que los colores se tornaran plomizos, pero para nosotros todo brillaba.
Pronto vimos la preciosa construcción inca. A unos 15 metros de la semiterraza de la cumbre donde pusimos el pico,. Su construcción es de sólidos y rellenados muros, ahora con poca altura sobrepasando más de 30 cms de sus cimientos, denotando que los más que 500 años que tendría sin uso y la acción de los elementos, la habían ido demoliendo poco a poco. Las medidas cercanas a los 7,50 por 10 metros indicaban su importante superficie. También mil interrogantes.

jaime suárez
Sierra del Veladero, ruinas en la cumbre


Ruinas incas en la cumbre (fotos de Adriana)

Para mi criterio, y mis teorías, luego de ascender las 10 montañas más altas de la Argentina y la experiencia adquirida, un verdadero lugar habitacional para un grupo de personas, o mejor dicho vigías. Cercano a ella y en un borde que semeja una medialuna de piedras un sitio para la realización de fuego, protegido también por otras piedras grandes cercanas.
No pudimos dejar de admirar todo el entorno. Principales cerros de América estaban a nuestra vista. El dominio visual era total, Famatina, el Mercedario, los Tres Cruces, el sistema Ojos del Salado, Pissis, Bonete, todo a nuestro alcanza visual. Varias lagunas de deshielo tachonaban valles entre las montañas, en varias direcciones.
También la estratégica pampa del Veladero, el campo de los Burritos Muertos y prácticamente un inmenso sector de cordillera limítrofe se manifestaban a nuestra total vista.
No podíamos pedir más porque no nos alcanzaban dos ojos para contemplar todo. Aparte bajo nuestros pies esta maravillosa construcción con todo su misterio.
Filmación, fotos, y un nervioso moverse por la cumbre hacían que el tiempo volase.
Pero debíamos regresar. La bajada era abrupta, nada fácil y nuevamente nos miramos con Hans, debíamos cuidarnos, era viernes 13, no fuera a ser cosa que.....
Con mucho cuidado controlábamos que el descenso del grupo fuera por la parte menos peligrosa, dentro de las posibilidades que la inclinación nos permitía.
A los 6.000 metros y luego de abandonar la pirámide, a su pié, descubrimos la pirca inca de apoyo que siempre existe para estas alturas. En algún lugar estaba la otra u otras, pero no es fácil determinar rutas, más luego de tantos años transcurridos desde su utilización.
A las casi dos horas y media estabamos llegando exhaustos al campamento dos, donde nos esperaban armadas nuestras carpas y estiradas nuestras bolsas. Comimos, tomamos el té y cenamos casi al mismo tiempo, lo que nos importaba era tirarnos a dormir.
Había una distancia de más de una decena de kilómetros hasta el campamento base donde habían quedado nuestros vehículos y el sábado 14 saldríamos hacia ellos.
Pero lo importante era dormir.

El regreso
El sábado 14 a las 8 empezamos los preparativos para retornar desde los 5.700 m hacia nuestros coches. A las 9 salimos hacia ellos y tras tres largas horas de marcha, donde cada paso que descendíamos incorporaba más oxígeno a nuestros pulmones, por fin pudimos acomodarnos en los asientos e intentar con sumo cuidado la ceremonia del arranque.
Muy pronto parecieron mansos tigres durmientes los ronquidos de los motores. Casi abrazamos a esas maravillosas camionetas.
Pedimos a Dios que también nos guiara para llegar esa noche mismo a Mendoza.
Así fue, ya que tras un amanecer a los 5.700 metros de altura, la larga caminata de 10 kilómetros para acceder a los vehículos, y transitar casi 700 kilómetros por el oeste argentino, pudimos llegando a nuestros hogares, que nuestros cuerpos disfrutaran de los conocidos colchones que nos soportan durante la mayor parte del año.


Jaime Suárez

js
Restos del avión que, con caballos, tuviera que hacer un aterrizaje de emergencia en la Laguna Brava. Al fondo el Veladero.


Aún desguazado, no deja de imponer su perfil en el entorno salado...


Comenario recibido:hola Jaime: el dia 22/1/2010 hicimos cumbre en el veladero (Gabriela Rubbiolo de sm de los andes, Kike Bolsi de c paz, Eduardo Aguille, Ernesto Suarez y yo de cordoba). seguimos la ruta que describes en tu blog, pero pudimos llegar con la camioneta mas arriba y cerca de tu C1 (habia huella de un vehiculo ). el tiempo durante la semana que estuvimos en la zona fue espectacular, sin viento, aunque un poco caluroso, no hay nieve y queda solo hielo. al cerro Reclus se le ve dos glaciares muy grandes. El pico esta en la cumbre donde lo dejaste y solo encontramos el testimonio de un frances del año 2009. no encontramos ningun rastro de leña.te felicito por tu exito en el peinado (lei en revista vertical). bueno te mando saludos y espero que nos encontremos en alguna montaña. un abrazo
JOSE NICANOR CASTELLANOS


jaime suarez

PRATELEIRAS (BRASIL)

Prateleiras


PRATELEIRAS..., UNA CUMBRE EN BRASIL


ascendido el 27 Mayo 2001

Por Jaime Suárez


Partimos desde la casa de Silvio, el Presidente del Club Alpino Paulista, en el centro de San Pablo, a las doce del mediodía, buscando la ruta que une esta ciudad con Río de Janeiro. En ella nos tomó mas de media hora, a casi 80 km. por hora, para llegar a las afueras de esta importante y populosa metrópoli brasileña.
Llevaba en mis manos el GPS y no podía, a pesar de admirar con curiosidad el paisaje y las zonas aledañas, dejar de jugar con él. En la posición 23°29´904S y 46°31´782º, podía leer 2.422 kilómetros de distancia, en línea recta, hasta mi casa en Mendoza.
Ibamos en el 4x4 con Bareta, nuestro amigo del C.A.P., Jordi Pons de la Federación Española de Montañismo y Escalada, Guillaime Iagle de la Federación de El Salvador, Daniel Méndez del Grupo de los 100 de México y el que suscribe. Había concluído la Asamblea anual de la UPAME (Unión Panamericana de Asociaciones de Montañismo y Escalada) que se había desarrollado hasta el día anterior en Guarujá, precioso balneario cercano a Sao Paulo. Y como siempre no podíamos dejar de ascender una montaña donde quiera que fuese la asamblea de ese año.
Habíamos intercambiado con Jordi, un mes atrás, varios e-mails tratando de ubicar un posible objetivo montañero en Brasil. Lo cual nos dio cierto trabajo, pero la ayuda de los amigos del Clube Alpino Paulista, por intermedio de Olavo, nos alivió la búsqueda. Gentilmente nos ofrecieron dos cumbres para realizar: El Agujas Negras, de 2.787 m., cuarta cumbre de Brasil y el Prateleiras, de 2.550. Lógicamente aclararon que sería a unas 4 o 5 horas de distancia en vehículo desde Sao Paulo, en el Parque Nacional Itatiaia. Pero eso no nos importaba mucho, estábamos acostumbrados a largos desplazamientos y la posibilidad de concretar una cumbre en Brasil nos daba mucho gusto. De paso dejaríamos con los dientes largos a más de un compañero de cumbres de 6.000.
Sabíamos que Brasil no se caracteriza por cumbres altas y personalmente no dejaba de reconocer cierto desconocimiento sobre esta situación. Olavo nos aclaró que el pico más alto de Brasil es el Pico da Neblina de 3.414 metros, ubicado en el norte del país casi en el límite con Venezuela, el segundo el Pico de Bandeira y el tercero el Pedra da Mina, ambos en el estado de Minas Gerais.
A poco más de 40 km. de San Pablo, sobre la posición 23°26´600S y 46°17´500º pronto cruzamos la línea del Trópico de Capricornio y unas decenas de kilómetros mas adelante comenzamos a ver a nuestra izquierda los perfiles de las montañas de la Serra da Mantiqueira (Sierra de Mantiqueira), la que por su largo, nos acompañaría todo el resto del camino.
Continuamos por la Roda Presidente Dutra (Ruta Presidente Dutra), y luego de un agradable almuerzo en la ruta y de cargar combustible en la posición 22°31´851S y 44°45´083O muy pronto pasamos el limite de Sao Paulo con Río de Janeiro, hasta llegar –luego de más de 250 km. de viaje- a Eng. Passos (Ingeniero Passos) 22°30´172S y 44°40´148O, a una altura de 537 metros sobre el nivel del mar. Desde allí desviamos hacia el objetivo que habíamos fijado para ese día, el Hotel Fazenda Palmital. Enfilamos un suave y sinuoso ascenso en sentido Norte hacia esta posada que se encuentra once kilómetros mas adelante, en 22°25´612S y 44°44´ 338º, a los 994 metros de altura. A las 16,50 horas estábamos bajando nuestro equipaje y mochilas frente a uno de los cómodos apartamentos de la Fazenda donde nos acomodamos en dos habitaciones.
El Hotel Fazenda Palmital es un agradable y tranquilo lugar, con excelente clima, donde puede resultar difícil conseguir habitaciones si previamente no se hace reserva, sobre todo los fines de semana y feriados. Es colmado principalmente por visitantes de Río de Janeiro y San Pablo. Se caracteriza por su comida casera, obtenida en gran parte de sus propios plantíos, y posee un lago propio con pesca. Cómodos apartamentos, amplio restaurante, piscina, sauna, sala de TV satelital, juegos de salón, corral con caballos y huertas, rodean el viejo y bien mantenido caserón colonial de dos plantas, habitado por los dueños del lugar, que tutela todo el entorno. Es muy agradable observar distintas variedades de árboles, algunos con espectaculares flores, otros con frutos diversos, y también muchas aisladas florestas de araucarias, algunas con piñones. En árboles cercanos a la administración varios monos pequeños se movían nerviosamente mientras saltaban por las ramas.
-¡Observen los vidrios de las ventanas de la casa patronal! Nos dijo Bareta, y continuó: Antiguamente se solía colocarlos por afuera, y era por motivo de ostentación dado que había que importarlos especialmente.
En el pasado, siglos atrás, la hacienda era transitada por un viejo camino del que quedan aislados tramos viales. Sobre dos cauces cercanos de ríos se aprecian restos de columnas de puentes, de piedra, ya vencidas por el tiempo. Las caravanas de esclavos venían con carros de bueyes y equinos transportando oro desde Minas Gerais hacia el puerto cercano a Río. Un lugar próximo es llamado Garganta de Registro, ya que en él se tomaba nota de dicho tránsito.

El Macizo de Itatiaia es una formación rocosa que ocupa un área de 220 kilómetros cuadrados dentro de la Sierra de Mantiqueira. El nombre de Itatiaia parece tener su origen en la lengua indígena Tupi-guarani cuyo significado es “peñasco de puntas” o “piedra afilada”, expresión que dibuja perfectamente las finas puntas rocosas y prácticamente verticales que florecen en las partes más altas del sistema montañoso. El punto culminante del macizo es el pico Agulhas Negras (Agujas Negras) que con 2.787 metros de altura es la cuarta cumbre de Brasil y la más alta del Estado de Río de Janeiro. En invierno las temperaturas en las zonas más altas puede en ocasiones superar los 10° bajo cero.
Cercano a la Fazenda, que se encuentra rodeada por las principales montañas del Macizo de Itatiaia, podíamos apreciar un gran pico montañoso denominado Tres Estados, por ser el hito natural que demarca la unión de los estados de Río de Janeiro, Minas Gerais y Sao Paulo. Casi hacia el otro extremo, tras un bello manto verde de suaves montes seguido a su final por zonas de selvas que intentan ascender el cordón montañoso, sobresalía predominante el fino y pronunciado perfil del Prateleiras.


Un apreciado desayuno brasileño formado por sandía, papayas, quesos, pan caliente casero con buen café y jugos, iniciado a las 7 de la mañana, nos daría fuerzas para soportar la jornada dedicada al ascenso. Nuestro objetivo era hacer el Agulhas Negras y el Prateleiras, aunque éramos conscientes que desconocíamos las características de rutas en estas montañas pero confiábamos en nuestro acompañante Bareta, avezado montañista que nos serviría de compañía y guía.
Partimos desde la hacienda en el 4x4 ascendiendo poco a poco por una carretera asfaltada unos 15 kilómetros. Sobre los 1.500 metros de altura pudimos observar como se producían claros y se iba abriendo la selva, permitiendo apreciar algunas cumbres de la Sierra de Mantiqueira. En nuestro continuo ascenso, a los 1.669 metros de altura justo en el límite entre Minas Gerais y Río de Janeiro, tomamos un camino lateral que nos conduciría hacia la entrada del Parque Nacional de Itatiaia. A su costado pudimos leer en un cartel vial: Agulhas Negras 17 Km, Prateleiras 17,5 Km.
A las 9,45 horas estabamos entrando al Parque Nacional. La posición del GPS indicaba 22°22´451S y 44°42´166º y la altura 2.450 metros. Este parque nacional, el primero creado en Brasil, en el mes de Junio de 1937, tenía un área de 12.500 hectáreas que se fue incrementando. Tiene un rico ecosistema formado por desniveles montañosos con bosques y mata virgen, cortado por ríos y arroyos, donde habitan más de 1.000 especies de animales entre aves, mamíferos y reptiles. Esto lo convierten en una zona ideal para la contemplación de la naturaleza, las ascensiones y largas caminatas. Aquí ya había desaparecido prácticamente el bosque siendo la vegetación achaparrada y tachonada eventualmente por algún que otro árbol. Mientras buscábamos un lugar para dejar el auto Bareta nos indicó que unas 100.000 personas visitaban anualmente este parque y a continuación nos daba una interesante charla sobre los cuidados que deberíamos tener durante nuestra permanencia en él, que apreciamos mucho por haber pertenecido varios de nosotros a la Comisión de Ecología de UPAME. Textualmente sermoneó “No tiren nada a no ser fotografías”, “Las cáscaras de frutas tardan dos años en degradar, los filtros de cigarrillos de 10 a 20 años, las bolsas plásticas de 30 a 40 años y las latas de aluminio de 80 a 100 años”. “No dejen nada, retiren todo”. Realmente no deja de gratificar ver personas que manifiestan esa preocupación por el ecosistema. Debería haber una así en cada expedición, en cada travesía que se encarara en nuestro país. Entre un montón de cosas ventajosas nos ahorraría bajar tanta basura de lugares insospechados.
Justo a las 10 de la mañana estabamos empezando a caminar con nuestras mochilas de ataque en la espalda. El auto había quedado en 22°23´052S y 44°41´030º, a 2.430 metros de altura sobre el nivel del mar. Cabe destacar que dentro del parque no se permite acampar, debiendo planificarse las ascensiones por el día.
El encuentro con otros miembros más del Club Alpino Paulista, que junto con Bareta nos prometieron una muy buena escalada en el Prateleiras nos decidió a encarar en primera instancia dicha cumbre. La traducción según Bareta del nombre de esta montaña es “Estanterías”. Poco a poco avanzamos por una senda que nos obligaba a marchar en fila india, ascendiendo lentamente hasta llegar a la base del Prateleiras. Una inmensa mole de piedras gigantes escalonadas apareció ante nuestra vista. De ahí el nombre. La altura de la mayor, sobre la que se ubica la cumbre, la estime en unos cincuenta metros.
Para llegar a ella debíamos subir montando en ascenso las piedras y muchas veces metiéndonos entre sus cavidades, lo que fuimos haciendo. Más de una vez debimos retroceder por haber equivocado brevemente el camino dentro de una grieta rocosa hasta superar su borde superior desde donde accedíamos a otra, quedando varias veces abismos entre ellas, que en alguna ocasión nos obligó a avanzar en horcadillas sobre el filo de una cresta de esas grandes piedras. En ese momento recordé que Bareta nos había dicho que estábamos en la ruta del cavalinho o “caballito” y entendí perfectamente la denominación: nos faltaban la silla y las riendas. Con mucho cuidado continuamos ascendiendo, ya más rápidamente a medida que nos acercábamos a la piedra cumbre. Por suerte el clima, en esos momentos y en esas alturas era bueno.
El no ver a otras personas que habíamos encontrado abajo me motivó a preguntar que había pasado y me encontré con una vieja y conocida respuesta: -¡ Ah,... hay otra ruta más fácil.

A las 11,40 horas nos abrazábamos en la cumbre del PRATELEIRAS con Jordi, Bareta, Daniel y Guillaume. Un poco mas tarde el grupo se agrando con la llegada de otros escaladores y casi no había espacio en la cima. La altura era de 2.560 metros y la posición 22°24´004S y 44°40´220º. Esta montaña es unos 220 metros mas bajo que el Agujas Negras, pero el precioso ascenso y la vista impresionante merecía haber hecho la elección de esta cumbre. Hacia el Este, unos 1.000 metros por debajo, había un manto de nubes que ocultaban la selva, pero se podía apreciar en la distancia, en una pequeña separación de las nubes, parte del valle del Rio Paraiba. Más allá, sobresaliendo, la formación montañosa de la Sierra del Mar, que próxima al océano que está a unos 80 km. de distancia, corre paralela a la de Mantiqueira. Hacia el SE el dominante perfil del Tres Estados. En el N/Oeste el Agujas Negras.
jaime suárez


La bajada se realizó por la parte más fácil disfrutando más los paisajes. Algunos montañistas optaron por bajar en forma rápida utilizando el rapel aunque nos sorprendió ver que no utilizaban casco. Pronto llegamos a la base donde aprovechamos para comer algo.
La intención era encarar ahora el Agujas Negras.
Previo a ello Bareta nos llevó, tras un pequeño desvío por una senda angosta, a la Pedra da Tarturaga “Piedra de la Tortuga”. Esta inmensa y raramente redondeada piedra se levanta casi a los 2.400 metros, sobre una superficie un poco aplanada en su derredor. Tiene una altura de casi 7 metros por 12 metros de largo y semeja como su nombre lo dice a una gran tortuga.
A las 14 horas estábamos en el refugio “Rebousas”, 22°23´162S y 44°40´719º, 2.400 metros y punto de desvío hacia el nuevo objetivo, el Agujas Negras, pero observamos desde ahí que estaba totalmente cubierto de nubes, con muy pocas posibilidades que despejase. Decidimos regresar a la hacienda a tomar un café bien caliente, mientras las nubes terminaban de tapizar toda la montaña y la selva.
Al día siguiente comenzaba el regreso.