INTRODUCCION



"Tanto si piensa que puede, como si piensa que no puede, de cualquier modo está en lo cierto" Henry Ford


Montañista amigo, con el conocimiento, lo difícil o desconocido se vuelve fácil y accesible. ¡Que poca información teníamos en la decada del 90 y años posteriores, de muchas de las más altas montañas de Argentina y Chile! Algunas veces ascendimos una cumbre que no era la principal y otras tuvimos que dejar la expedición como mera exploración al recién poder determinar, ya al fin de la misma, por donde se debería haber accedido o ascendido! Y VOLVER. Durante años fui informando, con relatos y películas, de los resultados de las expediciones que realizabamos y las he condensado en este blog. Espero te sirvan mis relatos.

Jaime Suárez
jaimesuarezgonzalez@gmail.com

NO QUIERO MINERAS, O SUS CAMPAÑAS DE INTELIGENCIA, ANUNCIANDO EN MI PÁGINA...

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11 noviembre, 2008

COTOPAXI


En la cumbre a los 5.897 m, con Jordi Pons


Descendiendo del Cotopaxi

COTOPAXI

-Ecuador-

ascendido el 29 de Mayo de 1994



INFORME DE LA EXPEDICIÓN DE CUMBRE


Por Jaime Suárez

La gran Cordillera de Los Andes atraviesa la República de Ecuador de sur a norte, en dos claros ramales que toman el nombre de Cordillera Occidental y Cordillera Central, existiendo un pequeño ramal al oriente que toma el nombre de Cordillera Oriental.
Apreciamos también en el recorrido de la Cordillera de Los Andes por este país, dos tramos bien diferenciados: al sur elevaciones de poca altura, redondeadas y pertenecientes a una época mucho más antigua que la del norte, en donde el volcanismo reciente ha dado a la cordillera un aspecto diferente y monumental, siendo ahí donde están las principales cumbres ecuatorianas, como el Cayambe 5.790 m, el Antisana 5.704, El Cotopaxi, el Tungurahua 5.087 y, la mayor de todas, el Chimborazo, con una altura de 6.310 metros.
La Federación Ecuatoriana de Andinismo había organizado una expedición de ascenso al Cotopaxi, para los miembros de la Unión Panamericana de Asociaciones de Montañismo y Escalada que visitábamos el país en ocasión de la VI Asamblea General Ordinaria (Mayo 1994). Este precioso volcán de casi seis mil metros de altura se permite señorear con su silueta sobre la ciudad de Quito con una deslumbrante belleza y desafío. Así, desde los primeros días de nuestra permanencia en esta hermosa ciudad, con disimulada mirada de admiración, no dejábamos de contemplarlo desde donde pudiéramos, deseando llegara la hora en que pudiésemos comenzar a ascenderlo.
El Cotopaxi es uno de los volcanes activos más alto del mundo, cuyo nombre significa, en lengua Cayapa, “dulce cuello del sol” (coto: cuello; pagta: sol; shi: dulce) y en la antigua lengua Panzaleo se lo llamaba “garganta de fuego”. A pesar que, históricamente se conocen varias erupciones, en la actualidad, la actividad volcánica ha quedado reducida a una continua emanación de gases sulfurosos y vapor de agua de las fumarolas. Este volcán se encuentra rodeado por el Parque Nacional Cotopaxi, que constituye una de las reservas ecológicas más preciosas de Sud-América, contando con una singular y muy cuidada vegetación.
Fue conquistado la primera vez en noviembre de l872 y hoy en día (1994 ) se llega a su cumbre partiendo desde el refugio José F. Ribas que se encuentra a los 4.800 metros de altitud, el que está abierto todo el año, contando con guardianes.
El 28 de mayo partimos temprano desde Quito, hacia el área recreacional “El Boliche” hermosa región lindante con el Parque Nacional Cotopaxi, que cuenta con una cuidada infraestructura turística y donde se había instalado un campamento nacional de andinismo formado por todos los clubes de andinismo de Ecuador y de algunos de los países que intervenían en el evento y participamos de un agradable encuentro. Más tarde, en dos camiones del ejercito ecuatoriano partimos hacía el Cotopaxi, más precisamente hacia el refugio José Ribas.
Nuestros vehículos llegaron por un camino transitable hasta los casi 4.600 metros de altura, desde donde debimos ascender caminando en medio de una muy fina nevada que nos acompañó hasta los 4.800 metros en que se encuentra el refugio. Las 24 literas que posee fueron totalmente colmadas e insuficientes para la cantidad de montañistas que intentaríamos la cumbre, por lo que procedimos a tirar nuestros neoprenes donde hubiera espacio libre y luego de una liviana media-tarde-cena y de un “congresillo” –así lo llaman los ecuatorianos- a las 18 horas, donde se explicaron algunos detalles técnicos y de interés relativos al ascenso, especialmente la indicación que la partida se haría en cordadas de tres o cuatro personas que partirían con breves lapsos de tiempo, para no molestarse, a partir de la 1 de la mañana. En este tipo de montañas, por la gran cantidad de grietas en sus glaciares, la madrugada es la mejor hora para ascender sobre la nieve, lo que se hace dificultoso y más peligroso durante el horario solar.
Terminado el congresillo, urgente nos tiramos a dormir. Inmediatamente nos enfundamos en nuestras bolsas para aprovechar el mayor y mejor descanso posible. Teníamos muy poco tiempo para ello, luego de un agitado y “viajado” día.
Duró muy poco la tranquilidad. A las 24 horas comenzaron los nerviosos movimientos de levantarse y ponerse el equipo de altura, que incluía inevitablemente los grampones. La oscuridad contribuía a entorpecer la salida, pero antes de la una ya estaba partiendo la primera cordada.
Con Jordi, decimos no encordarnos. Pronto partió nuestro grupo bajo la luz de una brillante luna llena que mostraba negras hendiduras y grietas al fondo de las cuales parecía no llegar la luz de nuestras linternas frontales. Había grandes bloques de hielo por doquier que proyectaban largas sombras, pero todo ello irresistible en magnificencia. A medida que ascendíamos se apreciaban las luces de Quito, hacia el norte, y hacia el sur la negra silueta del Chimborazo. No se oían palabras. Cada paso, cada golpe de nuestros grampones, entre el hielo y la nieve, era romper un hechizo. Jordi marcaba los tiempos de trabajo y ascenso y casi sin darnos cuenta, aunque con cansancio, estábamos llegando a las 6 de la mañana a la cumbre del Cotopaxi.
jaime suárez
Chimborazo; cráter, escenas en la cumbre con Jordi  y el retorno

Habíamos demorado cinco horas en superar el desnivel de 1.100 metros de altura que separan el refugio de la cumbre, y el regalo de la magnífica vista que se nos brindó, luego de la dura ascensión era premio más que suficiente. Un sobrecogedor cráter de unos 800 metros de diámetro forma el cono de cumbre y nos encontrábamos en un labio superior del mismo. Acercándonos un poco a él y tratando de mirar en su interior contemplamos una profundidad de unos 300 metros.
El sol, que estaba saliendo, había comenzado a iluminar el Chimborazo, mientras que la vista de Quito iluminado iba desapareciendo entre la bruma del amanecer.


Comenzamos, luego de las inevitables fotos y filmaciones, la bajada. Íbamos cruzándonos y dando ánimo a las diferentes cordadas que ascendían lentamente, formando interrumpida carabana de montañistas. Era ese día muy fuerte el espíritu de cumbre. Todas llegarían.
El día no podía ser mejor. El recuerdo del ascenso imborrable, y se ampliaría con el del suculento y sabroso almuerzo ecuatoriano que incluía choclo y nos esperaba en “El Boliche”




Mendoza, julio de 1994.-
Jaime Suárez