INTRODUCCION



"Tanto si piensa que puede, como si piensa que no puede, de cualquier modo está en lo cierto" Henry Ford


Montañista amigo, con el conocimiento, lo difícil o desconocido se vuelve fácil y accesible. ¡Que poca información teníamos en la decada del 90 y años posteriores, de muchas de las más altas montañas de Argentina y Chile! Algunas veces ascendimos una cumbre que no era la principal y otras tuvimos que dejar la expedición como mera exploración al recién poder determinar, ya al fin de la misma, por donde se debería haber accedido o ascendido! Y VOLVER. Durante años fui informando, con relatos y películas, de los resultados de las expediciones que realizabamos y las he condensado en este blog. Espero te sirvan mis relatos.

Jaime Suárez
jaimesuarezgonzalez@gmail.com

NO QUIERO MINERAS, O SUS CAMPAÑAS DE INTELIGENCIA, ANUNCIANDO EN MI PÁGINA...

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14 octubre, 2008

TUPUNGATO


VOLCÁN TUPUNGATO

ENCUENTRO EXPEDICIONES INTERNACIONALES EN HITO FRONTERIZO Y LUEGO EN LA CUMBRE, POR LOS 500 AÑOS DEL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA Y ENCUENTRO DE CULTURAS - 1992


ascendido el 17 de  Enero 1992



        Volcán Tupungato,  desde Argentina. Marzo 2012  foto:Jaime D. Suárez



VOLCÁN TUPUNGATO


            El Tupungato es una de las más espectaculares cumbres de las que son límite entre Argentina y Chile. El lado argentino se encuentra ubicado en el Parque Provincial Volcán Tupungato, que tiene una superficie de aproximadamente 170.000 hectáreas. Este parque fue creado por una ley del año 1985,  que se modificó, ampliando la superficie del parque en el año 1994.
            Su cúspide es contemplable desde distintos lugares de la ciudad de Mendoza, en Argentina, y desde el extremo sur de la Ciudad de Santiago, en Chile. Sus nieves y faldeos alimentan ríos que fluyen tanto para Chile como para Argentina. Faldeos con historias, algunas como el avión inglés que se estrelló en el año 1947 contra la ladera nordeste argentina.
            Algunas publicaciones le asignan una altura de 6.820 metros, pero no sobrepasa los 6.570 metros de altura. Su ubicación es 33° 21,515´S  y 69° 46,224´O. y está posicionada como la decimosegunda cumbre de América.
            El primer ascenso fue realizado el 12 de Abril de 1897 por Matthias Zurbriggen y Stuart Vines, miembros de la expedición Fitz Gerald. Tres meses antes Mattías Zurbriggen había sido también el primero en  ascender y coronar el Aconcagua.

            Según algunos investigadores Tupungato significa “algo que infunde temor o respeto” tal vez esto originado por lo desconocido de este macizo para los antiguos aborígenes y por el carácter volcánico de la montaña. Otra versión es que deriva del vocablo Tupun-catu, que significa “punta de techo”, ya que los indios suponían que las montañas que les rodeaban eran los techos del valle. Otra versión indica que su nombre era Temongacu que en lengua huarpe significaría “observatorio de cóndores” o “mirador de estrellas”


Corría el año 1991, y la UPAME (Unión Panamericana de Asociaciones de Montañismo y Escalada) había resuelto junto con la Federación de Andinismo de Chile y la entonces Federación Mendocina de Montañismo, que posteriormente se convirtió en la Federación Regional de Andinismo y Escalada, realizar un encuentro de montaña en pleno corazón de la Cordillera de los Andes. Precisamente en el hito fronterizo que existe en el Portezuelo de los Vientos, a más de 4.760 m de altura,  en el faldeo norte del Tupungato. Luego del encuentro, un grupo de montañeros intentaría coronar la cumbre del Volcán para conmemorar los 500 años del descubrimiento de América y del encuentro de dos culturas.
En aquel momento las cartas argentinas le daban una altura de 6.800 metros y las chilenas de 6.550. Pero era sin duda una cumbre muy importante para la circunstancia.
Se cursaron así invitaciones a las instituciones de montañismo de América y España.
            Pronto llegaron confirmaciones y participarían de la expedición miembros de clubs de andinismo de Mendoza, Buenos Aires, Chile, México y España. También Carabineros de Chile y Gendarmería Nacional.
            Previo a la expedición, dos semanas antes, con el apoyo de la Jefatura de Agrupación Décimoprimera de Montaña de Gendarmería Nacional, se realizó un vuelo de observación con el avión de Gendarmería Nacional dado que 1991 había sido un año de nevadas tardías, lo que unido a los deshielos de enero, harían más difícil el encuentro, especialmente al considerar los caudales de los ríos a cruzar. Se hicieron todas las observaciones posibles, que se volcaron al programa de encuentro y ascenso.
           
            1° día. La salida
Partieron así el 11 de Enero de 1992, desde Mendoza y desde Santiago dos nutridas expediciones, para cumplir con los objetivos propuestos en la expedición oficial de UPAME. Desde Mendoza lo hicimos 29 personas, que fuimos despedidas desde el departamento de Tupungato por el entonces intendente Arq° Fava y demás autoridades municipales, ejército y gendarmería. Salimos en un Unimog de Gendarmería Nacional desde Tupungato pasadas las 18 horas y arribamos después de las 21 horas al Puesto Santa Clara, donde vivaqueamos y franqueamos la primera noche. Este real se encuentra en las confluencias del río Santa Clara y el río de Las Tunas.

2° día. La caminata
            Al día siguiente, muy temprano, emprendimos la marcha. Nos seguirían los mulares de Don Rómulo Nieto que llevaban nuestra principal carga. Debimos sortear y cruzar varias veces  el Río Santa Clara, que traía un fuerte caudal. Pasamos Tres Quebradas y tras una larga caminata de más de 3 horas, llegamos cerca de las 18 horas al refugio Real de los Bayos, una construcción sólida y fuerte de durmientes de quebracho y rieles de ferrocarril,  a los aproximados 3.250 metros sobre el nivel del mar. Era un sitio ideal para el primer descanso luego de la jornada. Poco después arribaban las mulas.
            Se da la denominación de Real -de origen colonial-, al lugar para acampar donde existe agua, pasto para los animales, leña y algún tipo de reparo a los vientos y el clima.

            3° día. Sin cabalgaduras de apoyo
Al día siguiente, de nuevo continuamos el ascenso, ahora por la Quebrada del Azufre. Durante varias horas sin ningún tipo de problemas salvo el normal cansancio. Pero apareció una desalentadora novedad. En un amplio y largo manchón de nieve, los mulares comenzaron a enterrarse. Comprendimos que no podrían seguir con la carga.
Dejamos lo prescindible, incluido comida, que regresaría con los mulares al Real de los Bayos. Decidimos, con un no disimulado desánimo, pernoctar en el lugar y acomodar la carga que transportaríamos en las mochilas para subirla en nuestros hombros. Restaba un largo trayecto aún. Todo esto nos demoraba un día, pero no podíamos hacer otra cosa. Había que continuar y llegar al punto de encuentro.
    
4° día. Continuamos la interrumpida marcha. Campamento al borde del río.
Con el amanecer, de nuevo la marcha, ahora con carga y tratando de achicar tiempos. Alcanzamos más tarde el portezuelo Santa Clara-Azufre, con más de 4.600 metros. Aunque aún no se lograba ver el Tupungato, pero el paisaje alrededor del portezuelo era indescriptible. Comenzamos un abrupto descenso de más de 1.000 metros que nos introdujo en un angosto valle desde el cual pudimos avistar primero el perfil del Aconcagua, y a la salida en el encuentro con el valle del Tupungato toda la magnificencia del Volcán Tupungato.


Volcán Tupungato, al acceder al Valle del Tupungato y luego de trasponer el   portezuelo Santa Clara-Azufre


Divisarlo, luego de la agotadora jornada, con carga e intentando recuperar tiempo para poder encontrarnos con la expedición que había partido desde Chile, nos provocó hacer un respetuoso silencio. Su majestuosidad señoreaba toda la cordillera. La mezcla del verde del valle, con el marrón de las montañas, la blancura de la nieve y el azul del cielo, producían en nuestros ojos mezclas y tonalidades increíbles.
Para continuar nuestra marcha, debíamos cruzar el río Tupungato, que teníamos enfrente como barrera para continuar. No teníamos mulas para hacerlo. Y no lo intentaríamos en esos momentos ya que su cauce era intenso y se oía en él el continuo arrastre de piedras que chocaban entre sí. Este impetuoso río nace a los pies del volcán y continúa hasta Punta de Vacas, donde se une con el Río Mendoza como uno de los principales afluentes. Decidimos acampar en su orilla.

            5° día. Cruce del Río Tupungato Campamento con el hito a la vista.
            Al amanecer del día 14, el río continuaba con un poco menos de ímpetu por el frío, pero seguía siendo difícil el cruce. Era el día del encuentro de las dos expediciones, a las 12 horas en el hito fronterizo argentino-chileno, y estábamos atrasados.
Ascendimos unos cerros cercanos y tras varias observaciones apreciamos dos puentes naturales de hielo. Uno hacia el norte y otro hacia el sur. Nos dividimos en dos grupos para tratar de determinar el mejor paso y por suerte ambos grupos pudimos, con sumo cuidado y cuerdas,  realizar el cruce. Lograrlo nos insumió más de 3 horas. Continuamos la marcha, con la interna duda de poder llegar al mediodía al encuentro en el hito fronterizo. Traspasamos varios cauces de agua que caían al río y poco a poco nos volvimos a agrupar todos los integrantes de la expedición, aprovechando para almorzar. La continuación del ascenso era ya por glaciares y tratando de recuperar el desnivel perdido el día anterior, para cruzar el río. Muy a lo lejos apreciábamos el hito al lado del cual nos pareció ver personas. Por fin, en un entorno que semejaba un anfiteatro griego, formado por un contexto natural de glaciares, montañas y nieve, y bajo la tutela del hito que se hallaba en su parte superior, exhaustos, armamos nuestro campamento. Eran ya las 18 horas. Aproximadamente estábamos a más de 4.000 metros de altitud. Con la mirada acariciamos el lugar de encuentro al que alcanzaríamos con atraso luego de caminar durante dos días con toda la carga a cuestas. Era una pena no haber llegado a tiempo.
           
            6° día. En el hito fronterizo argentino-chileno
El amanecer del día 15 de enero nos encontró con las mochilas armadas, y listos para salir, aunque recién pudimos hacerlo a las 9 de la mañana. Teníamos un fuerte desnivel de más de 700 metros que nos separaba del hito fronterizo. El clima era muy bueno. A medida que ascendíamos no podíamos dejar de admirar los paisajes que se iban sucediendo. En el último tramo, y con el hito a la vista, nos enterramos uno a uno metros antes al borde final  de la blanda nieve. 


                                Volcán Tupungato, hacia el hito

Tuvimos que ayudarnos mutuamente y hasta extender algún neoprene para tener más superficie de apoyo y poder salir. Alguno tuvo que buscar una bota que se le salió, escarbando en el glaciar, durante un largo rato, y para colmo era de color blanco. 
El encuentro con el hito fronterizo fue pasadas las 14 horas y con mucha emoción para todos. Los andinistas procedentes desde Chile habían llegado el día anterior, y eran los que habíamos visto desde lejos. Nos habían dejado mensajes, banderines y comprobantes. Entre sus componentes se encontraban chilenos, mexicanos y españoles, y las compañeras de UPAME Julia Meza y Maricarmen Peña. El grupo desistió de encarar la cumbre y quedarse a esperarnos por un fuerte y constante viento de altura que les impidió continuar, decidiendo regresar.
En un atardecer imposible de explicar con palabras, el canto del himno nacional, mientras flameaba la bandera argentina colocada en lo alto de la estructura de hierro del hito por nuestros compañeros gendarmes, rompió el impasible silencio que envolvía la cordillera,. Ni siquiera el viento se atrevió a quebrar esos sonidos. Continuamos un poco más tarde el ascenso hasta que a las 17 horas decidimos montar las carpas. Pero unos minutos más tarde de nuestro arribo, llegaban del lado chileno 6 mejicanos y 1 chilena que venían rezagados y dispuestos a continuar hacia la cumbre. Se unieron inmediatamente a nuestro grupo.
Aprovechamos para entregar a la representante de Chile una nota del Intendente de Tupungato dirigida al Alcalde de la Región Metropolitana de Chile, conmemorando el aniversario y el ascenso.

7° día. Hacia Mula Muerta
Había sido una noche muy fría y nos despertamos muy temprano, pero recién el grupo reinicio la continuidad del ascenso a las 10 de la mañana hacia nuestro último campamento, el sector denominado Mula Muerta, situado a los 6.000 metros de altitud. Cerca de las 17 horas estábamos allí armando nuestras carpas. Lo hicimos cuidando que todos los tensores quedaran bien anclados, por si se repetía la situación del fuerte viento que habían soportado el día anterior los montañistas provenientes de Chile. Quedarían así armadas, para cobijarnos y esperar el regreso. Habíamos pensado descansar un día en Mula Muerta, pero nos encontrábamos todos en muy buen estado y sumamente aclimatados, así que decidimos que intentaríamos al día siguiente coronar la cumbre.

8° día. Cumbre y retorno a Mula Muerta
Salimos y cerramos nuestras carpas, a las 6 de la mañana, previo introducir unas piedras en el interior,. Pronto apareció un sector con nieve muy dura y dos de los andinistas que no traían grampones debieron desistir del intento y regresar al campamento. Otro más lo hizo un poco más adelante.  En una pesada canaleta otro montañista más también tuvo que regresar.




 Los últimos 500 metros de acceso a la cumbre son los más críticos y complicados. Y ese día 17 de Enero, entre las 14 y las 14,30 horas, un grupo de 22 montañeros, 13 argentinos, incluyendo 4 gendarmes, 1 chilena, 6 mexicanos, 2 españoles, llegando en pequeños grupos,  hollaba la cumbre del Volcán Tupungato.
Pronto aparecieron estampadas en el libro de cumbre las firmas de los primeros en llegar, entre ellos los gendarmes, y poco a poco lo completaban los demás andinistas.




                 Volcán Tupungato, en la cumbre.  17 de Enero 1992

Muchos lo hacían colocándose más ropa de abrigo. Había comenzado un frío viento y las nubes nos envolvieron. Luego se imponía el regreso. Retornamos al campamento Mula Muerta, con la nieve mucho más dura, lo que hacía más dificultoso el descenso.  Los nubarrones que nos rodeaban nos impedían vernos entre nosotros. Nos costó hallar las carpas, pero lo hicimos entre todos con el máximo entusiasmo ya que anhelábamos algo caliente y un reparador sueño luego de la maravillosa jornada vivida.

            9° día. Cruce del Río Tupungato y campamento
El día 18, sábado, desde los 6.000 metros seguimos bajando. Cercano a los 5.000 metros el grupo de los 6 mejicanos y la chica chilena se nos separaron para regresar siguiendo el trayecto del Río Colorado, hacia Santiago de Chile. Fue una efusiva despedida. Nosotros intentaríamos llegar al Valle del Tupungato, cruzar el río como pudiéramos. El regreso imponía las mismas y rígidas condiciones que tiene el ascenso, pero no nos importaba tanto ya.
No terminaban los inconvenientes, el río traía mucha agua. Los lugares por los que había sido atravesado días atrás no existían ya. Hacía el norte, un gran barranco descendía abruptamente con unos 80° de desnivel hacia el cauce del río. Al final inferior del mismo unas placas de hielo sobre el agua parecían posibilitar el cruce. Sin pensarlo dos veces, nos fuimos tirando uno a uno barranco abajo, y comenzamos a cruzar las placas que poco a poco se iban desarmando y deslizándose río abajo. Por suerte alcanzamos a pasar todos. Habíamos descendido unos 3.000 metros en pocas horas y aunque nuestros pulmones se llenaban de oxígeno nuestros cuerpos estaban muy fatigados. Nuevamente acampamos a la orilla del río. Una intensa luna alumbraba el valle y reflejaba su luz sobre la montaña. Dormimos todos de un tirón.

            10° día. Hacia el Real de los Bayos
Debíamos abandonar el Valle del Tupungato, superar el portezuelo del Azufre y llegar al refugio Real de los Bayos. Salimos en grupos, ya pasadas las 11 horas. Nos costó bastante, por el cansancio, superar los 1.000 metros hasta el portezuelo, pero a partir de allí sería todo bajada.
A las 16 horas los más avanzados ya lo descendían. Habían dejado sus mochilas, para avanzar más rápido y avisar a Don Rómulo y sus arrieros que vinieran con los animales a ayudarnos con la carga.
Todos estábamos a las 20 horas reunidos en el refugio. Don Rómulo había sacado de sus alforjas, como por arte de magia, una gran mortadela y unos salames, que desaparecieron también como por arte de magia en las bocas de todos nosotros. Luego de otro reparador pernocte continuaríamos al día siguiente hasta el Refugio Santa Clara.

11° día. Hacia el Santa Clara
Muy temprano, antes que saliera el sol, y libres de carga, comenzamos la caminata hacia el refugio Santa Clara. Pasadas las 14 horas llegamos y nos acomodamos al lado de nuestras mochilas, charlando sobre los detalles y experiencias de la expedición.
            Aquí aprovechamos para descansar esperando que nos recogiera el vehículo de Gendarmería Nacional, que llegó pasadas las 18 horas. En la hostería de Don Rómulo nos agasajaron con un asado en el que estuvieron presentes las autoridades del departamento y de Gendarmería Nacional.

La misión y el objetivo, con sus detalles de programa, habían sido cumplidos por este grupo de montañeros, procedentes de diferentes países y lugares, que expresaron en las calladas alturas sentimientos por sus países y culturas que se profundizarían en el futuro a pesar de las separaciones de distancias, montañas y mares


            Jaime Suárez. Cordillera de Los Andes, enero de 1992

En recuerdo a Julia Meza Ramírez y Maricarmen Peña Monroy, grandes andinistas y gestoras y promotoras de éste y otros encuentros y que ya no se hallan entre nosotros
           



Nota:
Armar un relato, 20 años después, y con tantos participantes, ocasiona que falten recuerdo de nombres.
En la película del ascenso, aparecemos todos, hasta tiene música propia, un vals canción “Tupungato, mi amor” de Eilán H. Itarte. Es un poco extensa para esta época, por lo que intentaré resumirla, digitalizarla y colocarla en el blog.
Por favor, cualquier participante cuyo nombre haya sido omitido, escribirme para dejar el listado completo.

Participantes
Jaime Suárez,  (ATSC andinismo)
Enzo Vendemmia, Andrés Hidalgo (CUDA)
Ricardo Rubio (CAS)
David Flores, Fernando Santamaría  (Club Andinista Mendoza)
Ignacio Lucero, César Vallejo (CAI)
Luis Unycio (Univ. BsAs)
Juana María Roca, María Lucrecia Roca (CAMercedario)
Inmaculada Rodriguez Arroyo, Jesús Nicolás Sanchez Sanchez (Fed. CL- España)
José Manuel Moreno, Hector Osorio, Eduardo Manrique, Roberto Martínez.   (Gendarmería Nacional)
Manuel Rebeles, Enrique Chaves, Antonio Escobedo, Alejandro Terrones, Ernesto lagunas (México)
Lidia González Vega (Chile)





Julia Meza, Rita Monsalves, Dionisia Robledo, (Chile)
Maricarmen Peña (México)





                                               Volcán Tupungato, faz argentina.





Tupungato. Al costado de la cumbre, foto sin viento. 17 de Enero 1992


















             Refugio Santa Clara. Parte del grupo, esperando el Unimog de Gendarmería que nos trasladaría a la Ciudad de Tupungato.



                   Tupungato,  Mapa de la expedición.  Enero 1992


Información referencial



DISTANCIAS aproximadas, de la expedición. (No teníamos gps en esos años)

Ref. Sta. Clara a Tres Quebradas          15,25 Km
Tres Quebradas a ref Real dl Bayos        4,7  Km
Ref. Bayo a Portezuelo Sta, Clara           7,00 Km
Portezuelo a Salida al Valle Tup.           4,23 Km
Sal.Valle al Hito fronterizo                    10,00 Km
Hito a camp. 6.000                                  4,2   Km
Camp.6.000 a cumbre Tupungato           1,6   Km.

Distancia total a caminar desde Santa Clara a la cumbre Tupungato 47 Km aproximadamente.

Es probable que en el presente se pueda llegar en vehículo hasta Tres Quebradas, o más.
Obtener información actual.





                        La música está en la película!!!



MERCEDARIO


MERCEDARIO

ascendido el 17 Enero 1993

Mercedario, desde la Pampa del Leoncito




Expedición Internacional realizada al declararse al año 1993 AÑO INTERNACIONAL DE LA CORDILLERA DE LOS ANDES.




MERCEDARIO

"Cincuenta y nueve años después, y un día antes ..."
por Jaime Suárez


Concluyó con especial éxito la Expedición Internacional organizada por la Unión Panamericana de Asociaciones de Montañismo(U.P.A.M.), la Federación Mendocina de Andinismo y Gendarmería Nacional



Cito estas bellas palabras de Don Antonio BEORCHIA NIGRIS, de su libro “El enigma de los Santuarios Indígenas de alta montaña” , con relación al Mercedario:
...”No existe una montaña igual a otra, del mismo modo que no podremos hallar dos personas idénticas. Hay montañas bellas; las hay imponentes, esbeltas, macizas, romas, toscas, ásperas, salvajes; pero también las hay suaves y blancas como una novia; las encontrareis coloridas y alegres, o grises y mustias; amenas y hospitalarias, o agresivas, hasta asesinas. Es decir, tan variadas en su aspecto y “personalidad” como pueden serlo los hombres entre sí. A nuestro Mercedario podríamos definirlo como “majestuoso”, porque así es de inmenso, macizo, soberbio...”

El Mercedario era llamado Pichiregua por los indios que habitaban las zonas de Calingasta y Ligua por los indios araucanos. Fue bautizado Mercedario por el explorador y geógrafo Pissis. Fue coronado, modernamente, por primera vez, por los polacos Victor Ostrowski, Adam Karpinsky, Esteban Daszynski y Esteban Osiecki, el 18 de enero del año 1934.

Cada año, la Federación Mendocina de Andinismo, al igual que otras federaciones americanas, presenta proyectos de ascensiones y escaladas a la comisión directiva de U.P.A.M.E. En el año 1992, fue aprobada y seleccionada por la Asamblea Ordinaria de este organismo reunida en México, la ascensión a partir del 11 de Enero de 1993 del monte Mercedario, ubicado en San Juan, Argentina, en conmemoración de dedicarse el año 1993 “AÑO INTERNACIONAL DE LA CORDILLERA DE LOS ANDES” Y a que se reuniría la Unión Internacional de Asociaciones de Alpinismo (U.I.A.A.) en Octubre de dicho año en Santiago, Chile.

Una vez más contó con la inestimable colaboración y apoyo de Gendarmería Nacional, por medio de su Escuadrón 27 de Punta de Vacas y la Patrulla de Rescate, con quienes ya habíamos ascendido el Tupungato el año anterior, para la organización de esta expedición.
Durante Noviembre y Diciembre de 1992 se fueron inscribiendo para esta ascensión andinistas de la Federación Mexicana de Excursionismo y Montañismo, club de Exploraciones México, Federación Española de Montañismo, club de Montaña San Agustín (Palencia, España), club de Montaña U.E.C. (Barcelona, España), club E.I.G.E.R. (Murcia, España), Federación Andinismo de Chile, club Andino Patrulla Excursionista Aguila Azul (Chile), Universidad de Río Cuarto, Universidad de Buenos Aires, Club Andinista Mendoza, Andes Talleres Sport Club, club Universitario de Andinismo (U.N.C.), club Alpino Italiano y Coop. Inti Natura.

Nos reunimos todos y partió la expedición integrada por 37 andinistas desde Uspallata el 11 de Enero, hacia Barreal en San Juan, por la precordillera y atravesando a bordo de los fiables Unimog, la Pampa del Leoncito, luego internándose hacia el Oeste hasta un poco más allá de Casa Amarilla, al pie de la cordillera. Al día siguiente con parte de la carga en mulas, se ascendió 765 metros hasta hacer campamento en la zona de las veguitas a 2766 m. y al pie del arroyo que baja, filtrado, de la Laguna Blanca.
Muy temprano el día 13 se inició el ascenso de los 925 m. en donde se haría el próximo campamento, ya a 3700 m., lugar desde el cual regresarían las mulas. que habían colaborado con la carga. Siete días más tarde volverían a buscarnos.

El amanecer del día 14 nos encontró a los andinistas subiendo con toda la carga en sus mochilas por la "Cuesta Blanca", un glaciar de fuerte desnivel de más de 300 mts. de altura (hoy desaparecido), llegando más tarde a una hollada protegida por montes circundantes del mismo Mercedario, llamado Pircas de Indios, a 5000 m. de altura y siendo las 17 horas. El día 15 se lo dedicó, para nivelar al grupo, a la aclimatación en dicho lugar. Aquí es donde pueden observarse varias pircas incas derruidas, que a toda costa se deben preservar y no tocar. Se recobraron fuerzas y se aprovechó el agua que corría por debajo de las piedras, para la hidratación del grupo.

El día 16 se retomó el ascenso bien temprano. Unos 100 metros más arriba de Pirca de Indios y sobre la cresta camino a la cumbre apareció otra pirca derruida que parecía un atalaya, puesto que de ella se dominaba todo el entorno a muchos kilómetros de distancia, por lo que apreciábamos la Pampa del Leoncito y el brillo de la cúpula del observatorio astronómico que cerca de ella se encuentra.
Se cruzó luego el inicio del glaciar del Caballito y la hollada del Mercedario, donde se rindió homenaje al Comandante de Gendarmería Marchesi cuyas cenizas descansan en un solitario nicho a más de 5400 metros de altura en un sitio solo pisado por andinistas. Se prosiguió, castigados por un implacable viento blanco, hasta el "Diente" a aprox. 6000 m., donde se instaló el campamento de salida a la cumbre.
Hacia allí se partiría al día siguiente, siendo una noche de poco y molestoso sueño por la altura, el frío-imperante y el nerviosismo de "cumbre". ­
Finalmente llego la mañana del día 17 y a las 8 horas empezaron a partir los primeros escaladores rumbo a la cima del Mercedario. En las zonas de sombra que aún no eran tocadas por los rayos del sol, el frío se hacía sentir en manos y pies a pesar del abrigo especial, después el movimiento y el sol normalizaron la temperatura de los cuerpos.
Cuatro horas después de la salida, previo ascender numerosas falsas cimas, se alcanzaba la cumbre del Mercedario, contemplando desde ella la hermosura de toda la Cordillera Central, con el imponente Aconcagua, al Sur, Donoso, y Ansilta al Norte, la Pampa del Leoncito al Este y la línea del océano Pacífico al Oeste.
Veintidós personas alcanzaron ese día los 6770 metros de altura de la 4° cumbre de Occidente, no recordándose referencia alguna en que un grupo tan numeroso coronara esta cima.


Mercedario, una parte del grupo en la cumbre.

Se conmemoraba un nuevo aniversario, ese mismo día, del Escuadrón 27 de Gendarmería Nacional y su cambio de Comandante, y agradecimos muy especialmente al Comandante Principal Juan Antonio Torá por su apoyo al andinismo americano, esa fue también la primera ascensión oficial correspondiente a la declaración del Año Internacional de la Cordillera de los Andes (UPAME, UIAA).
La expedición no estuvo exenta de inquietudes, a los 6000 m. se declaró un edema cerebral a uno de los integrantes, quien luego de una larga noche de ser asistido por médicos de la expedición, y tras organizarnos por grupos para la evacuación, fue bajado hasta los 3000 m. de altura, al refugio de Fabricaciones Militares, desde donde un helicóptero de Gendarmería lo trasladó hasta Barreal, donde fue dado de alta al día siguiente.
Cito aquí el relato de dicha situación, por parte del apreciado montañista español, José Mijares:, con pequeñas acotaciones “...Sin embargo nuestra alegría se cortó súbitamente cuando vimos que uno de los miembros argentinos de la expedición que se quedó en El Diente, estaba muy enfermo. El médico diagnosticó edema cerebral, había perdido la conciencia y ya no podía salir de la tienda ni para orinar. Su aspecto, lamentable, alarmó a todo el campamento; si no se descendía de inmediato, esa noche podría ser la última. Quedaban apenas dos horas para el anochecer y bajar un peso muerto de 80 kilos no es tarea fácil para gente agotada. Nos organizamos por grupos, el jefe de la expedición, junto a tres compañeros y yo bajaríamos hasta el campo base a 3.800 m., lugar desde el cual podríamos avisar por radio al helicóptero militar. Otro grupo descendería a Pirca de Indios para esperar el relevo al día siguiente y seguir descendiendo al enfermo, si era capaz de superar aquella terrible noche. El resto, apenas cuatro hombres y el médico, atenderían al enferme todo una larguísima noche, que , según nos relataron más tarde fue lo más difícil de sus vidas. Entretanto nuestro médico Gustavo Irusta, experimentado andinista, le administraba corticoides. Al amanecer el enfermo estaba un poco mejor. Llevaban 48 horas a 6.000 m., sin dormir y con todo el esfuerzo acumulado por toda la actividad, y a pesar de todo descendieron sobre sus hombros al enfermo. Mariano Muñoz los estaba esperando en Pirca de Indios junto con otros compañeros para hacer el relevo y tenía preparada la comida y las tiendas donde descansaría el grupo. Sin perder un minuto, cargaron sobre hombros nuevos al enfermo, hasta los 4.000 m. En dicho lugar los esperaba con una mula lista...”
El helicóptero de Gendarmería, a pesar que había llegado, no quiso operar, por una serie de “justificaciones” hacia Pirca de Indios. Subimos inmediatamente al enfermo en la mula que teníamos preparada y poco a poco y paso a paso, en un suave descenso por la ventaja la diferencia de altura, que ayudaba, fue recobrándose.
Llegamos al refugio de fabricaciones militares, donde nos albergó un grupo de sanjuaninos que lo ocupaba y luego de acomodarlo en mi bolsa de dormir, paso una mejor noche. A la mañana siguiente, y sumamente facilitadas las cosas, llegó a este sitio el helicóptero y desde allí lo llevó al hospital de Barreal. Hay filmación de esta última etapa por mi parte.
Un día después llegaron al campo base Gustavo y su grupo completamente exhaustos y ávidos de noticias. Fue un excelente trabajo de equipo para salvar la vida de un hombre, que hubiera muerto sin esa coordinación.
Sigue contando José Mijares: “ El camión de Gendarmería nos recogió de nuevo junto a Barreal, donde esperábamos al enfermo recuperado. En la ciudad la expedición ya era noticia, y nosotros, almorzando en el bar del pueblo, esperábamos al enfermo, que apareció como un fantasma, dirigiéndose tambaleante para abrazar al médico. Sin poder contenernos por la emoción, empezamos a aplaudir y a proferir vivas. Venía del más allá...”

Cincuenta y nueve años y un día antes que la primera expedición, de los polacos, habíamos llegado a la cumbre de esta preciosa y enigmática montaña. Fue una excelente e importante experiencia para los andinistas de diferentes latitudes y países, que día a día colaboran para acrecentar el interés por esta actividad.




Jaime Suárez
1993





Cerro Mercedario, hacia Pirca de Indios




Cumbre Mercedario, con Mariano Muñoz


13 octubre, 2008

VOLCÁN BARÚ

VOLCÁN BARÚ, ATALAYA DE PANAMÁ

ascendido el 30 de Junio 2002


Volcán Barú, tapado por nubes


Este bello país de Centroamérica, - que limita con Colombia al Sur y con Costa Rica al Norte - se encuentra a 7 horas de vuelo desde Argentina. Era el próximo destino de nuestros objetivos de montaña. Primero la reunión de la Unión Panamericana de Asociaciones de Montañismo y Escalada, que trataría temas relacionados a esas actividades, incluido un Congreso de Ecología de Ecosistemas de Montaña, y luego la ascensión al Volcán Barú, que con sus 3.475 metros es la mayor altura de Panamá.
La ciudad de Panamá, es la capital y mayor ciudad de esta república. Se extiende por varios kilómetros a lo largo de la bahía de Panamá, en la Costa del Pacífico. Luego de reunirnos los delegados del continente a las pocas horas de llegar a esta metrópoli, es inevitable destinar medio día para ir a visitar el famoso Canal, que en una longitud de aproximados 80 Km conecta el Mar Caribe (lado Atlántico) con el Océano Pacífico, en uno de los puntos más angostos de América Central. Esta obra de la ingeniería de inicios del siglo 20, fue inaugurada el 15 de Agosto de 1914. No dejan de impresionar, distribuidas en su largo, el sistema de 3 esclusas, de dos vías cada una, que elevan unos 26 metros a los barcos sobre el nivel del mar, para bajarlos nuevamente al otro lado del istmo. Desde el 31 de Diciembre de 1999 la República de Panamá asumió la responsabilidad total del canal.

A Panamá la atraviesan longitudinalmente de Oeste a Este dos sistemas montañosos que forman una región de colinas y valles cubiertos de espesa vegetación, y dan formación a numerosos ríos y arroyos que desembocan en los dos océanos. Mientras que en Argentina gozamos de 4 estaciones bien definidas, en esta parte del mundo existen prácticamente un invierno y un verano, y la gran diferencia parece ser solamente que en “verano” (Mayo a Noviembre) es la época de las lluvias (estación húmeda), no lloviendo consecuentemente en “invierno” (estación seca). El clima tropical húmedo provoca temperaturas que superan los 20° al amanecer y oscilan por los 35° al mediodía. Durante nuestra estadía - junio - a pesar de pasar mucho calor casi no se vio el sol panameño, que prácticamente estuvo tapado por nubes que dejaban caer lluvia en las horas de mayor temperatura.

El 23 de Junio, luego de almorzar, partimos desde la Capital, pasando el Puente de las Américas que une las costas del Canal que dan al Pacífico, e internándonos por la Carretera Interamericana, que conecta Panamá con el resto de Centroamérica, pasamos las localidades de Santa Clara, Río Hato, Pueblo Nuevo y Antón e ingresamos en la Provincia de Coclé hasta Penonomé. En el desvío, que desde Penonomé conduce hacia Sonadora, nos dirigimos hacia nuestro destino que sería el “hotel resort ecológico” Posada del Cerro de la Vieja, a unos 30 kilómetros de distancia. Pasamos pueblos como Churuquita y Caimito, donde en este último finalizó el pavimento y comenzó un difícil camino de tierra, que nos permitió llegar a la Posada. Este estupendo complejo turístico, ubicado en la posición 8°39´56,2N y 80°12´04,2O y a los 420 metros de altura sobre el nivel del mar, está rodeado de ríos y cascadas y cuenta también con un mirador de pájaros y mariposas, baños de lodo, y un curioso cerro en su cercanía, (Cerro de la Vieja) que le da el nombre. Nos alojamos en cómodas cabañas techadas a la usanza de las de los primitivos nativos de la región, perfectamente armados con hojas de palmera solapadas. Desde nuestras habitaciones podíamos observar que estábamos rodeados de una espesa selva que se perdía en un horizonte tachonado de montículos y desniveles también selváticos. En nuestros traslados hasta el centro de reuniones teníamos ocasión de ver alguna iguana verde, camaleones y variedad de insectos y pájaros de coloridos plumajes, todos ellos muy raros para muchos de nosotros.
La tarde del último día de nuestra estadía en el lugar, y preparándonos para la expedición al Volcán Barú, partimos a las 16,30 a ascender el cercano Cerro de la Vieja. Durante el trayecto primero descendimos a una depresión, en los 360 metros, sobre la que se erguía hacia el cielo nuboso, con un abrupto y verde desnivel de 140 metros, el Cerro de la Vieja. Luego subimos entre la selvática maleza por una estrechísima y barrosa huella que la hería y que continuamente desaparecía.


Cerro de la Vieja, en pleno ascenso


La pendiente era sumamente pronunciada por lo que había que agarrarse a lianas y ramas que se nos cruzaban en el camino, y muchas veces para ascender meter la bota entre hojarasca y raíces, con el consiguiente miedo de no tocar o pisar una serpiente, de las que sabíamos había numerosa existencia y variedad.




Cerro de la Posada de la Vieja


Por suerte el ascenso fue rápido. En 30 minutos estábamos en la cumbre, a los 500 metros de altura sobre el mar. La festejamos, a pesar de la tenue lluvia que había comenzado, disfrutando una total y verde vista del entorno que incluía los techos de las edificaciones de nuestra cercana posada. Pronto iniciamos el regreso, con el mismo cuidado que con el ascenso pero sin poder evitar resbalar varias veces por la humedad del inclinado suelo. Por suerte teníamos en todo momento donde asirnos.

Al día siguiente, algunos delegados partirían a la capital, para regresar a sus países, pero otros de Argentina, Brasil, España, El Salvador, Guatemala, México y Panamá, formando un grupo de montañistas abordaríamos, a las siete de la mañana, una “chiva” –especie de colectivo de dos largos asientos laterales y donde no se puede parar una persona- hasta Penonomé. Esta localidad debe su nombre, - nos explicó Ghunter, del Grupo de Actividades de Montaña de Panamá - a un indio llamado Nomé, que murió tristemente, tras perder a su amada en manos de un conquistador, quedando para los indígenas su alma en pena. Consecuentemente era la zona en que penó Nomé, y así trascendió hasta nuestros días la denominación del lugar. Desde allí empalmaríamos para continuar por la Carretera Panamericana, con rumbo a Costa Rica, hasta la ciudad de David.

A pesar de encontrarnos en la Carretera Panamericana no conseguíamos un micro de línea que tuviera las nueve plazas que necesitábamos. Debimos pactar en la terminal local, tras largas negociaciones, con el dueño de un pequeño micro que por 250 dólares nos trasladaría, incluido el retorno a Panamá, hasta la zona del volcán. Con el afán de no perder la oportunidad de concretar la expedición olvidamos considerar el tamaño del vehículo. Lo comprendimos en las horas de viaje al no poder estirar las piernas. Salimos por fin y tras una hora paramos en Santiago para almorzar. Continuando luego hasta David, la Capital de la provincia de Chiriquí, cerca ya de Costa Rica. Llegamos al límite de la ciudad y comenzamos un desvío en sentido Norte, pasando por Los Algarrobos, Dolega y finalmente, tras contemplar al fondo del horizonte la imponencia del Barú enmarcado en nubes, a Boquete. Allí pernoctaríamos en el Estadio “Los Naranjos”, centro deportivo que es orgullo de este pueblo. Desde la salida de Penonomé habíamos demorado casi 5 horas y nos sentíamos como sardinas en lata.

Boquete es un lugar de los llamados “cargados de energía”. Se encuentra a los 1.085 metros de altura del mar, lo que le da características especiales. Goza de un clima fresco y agradable. Abundan los jardines con multicolores flores. A mi criterio, y disculpándome por la rápida comparación, una “pequeña Suiza Centroamericana”. Sus casas con mezcla arquitectónica que pretende ser uniforme y sus calles con desnivel, se mimetizan con gracia dentro de un verde y nuboso entorno rodeado por ríos y arroyos, que tutela a su fondo el inactivo Volcán Barú. Hay mucho turismo y se denota movimiento en nuevos y modernos negocios, que se mezclan con los tradicionales del pueblo. Boquete es también un centro - el cuarto en importancia del planeta - al que acuden muchos jubilados pudientes del primer mundo a vivir tranquila y apaciblemente sus años de retiro.
Acomodamos las mochilas en nuestro alojamiento y volvimos al pueblo para tomar un chocolate caliente en “La Casona Mexicana”, que resultó más que especial ya que lo saboreamos mientras por la ventana veíamos caer una tenue y agradable llovizna. Luego a enviar unos correos electrónicos, comprar una radio portátil (el representante de la Federación de Brasil quería escuchar el partido que al día siguiente tendría su país con Alemania por el Mundial de Fútbol), recorrer la plaza y calles principales, y regresar para acostarnos bien temprano ya que el plan de ascenso al Barú requería comenzar la subida a la una de la madrugada, para evitar en lo posible el calor agotador y poder regresar al día siguiente a la noche a Panamá capital.

Nos habíamos acomodado en un sector del estadio deportivo, dedicado a hospedar delegaciones, que se encuentra separado de la pista de juego por un pequeño pasillo, techado por las tribunas. A las 10 estábamos tendidos en nuestras literas cuando sorpresivamente comenzó un partido de Basquet que originaba gritos, sonidos de bombos y estridentes pitidos que no nos permitió descansar prácticamente nada. Coincidió el final del evento deportivo con nuestros preparativos para salir. El agotador viaje, unido al pésimo descanso no nos hacía sentir con ganas de ascender ninguna montaña.
Pasada la una de la madrugada subimos con el vehículo hacia la zona del Volcán. A las 1,30 horas éste nos dejó a los 1.670 metros de altura puesto que no había ya condiciones de camino para un vehículo normal. Bajo la tenue luz de una luna en cuarto menguante y rodeados por todos lados de sombras, cargamos nuestras mochilas pequeñas a la espalda y en grupo cerrado comenzamos a subir. Doscientos metros más arriba se encontraba el acceso al Parque y un cartel que oscuramente rezaba “ Volcán Barú 13 Km” Entre bostezos, y algún que otro incontrolado cierre de ojos por el sueño comenzaban las primeras horas de nuestra pesada subida. A las dos y media de la mañana superamos la cota de los 2.000 metros, a las cuatro la de los 2.500, faltando aún 7, 5 Km de camino hasta la cumbre.
Las linternas frontales iluminaban la serpenteante senda tachonada de grandes piedras y largos pozos producidos por socavones de torrentes al bajar de altura, por lo que debíamos tener mucho cuidado en no tropezar o caer. A las cinco y media de la madrugada estábamos en los 3.000 metros, con aún 4,5 kilómetros por delante y ya vislumbrábamos árboles y espesura a nuestro derredor. A las seis y media pasamos los 3.200 metros, y nuestros ojos podrían apreciar la vegetación del bosque tropical húmedo que comenzaba a tener menor altura. A la cumbre aún restaba un kilómetro y medio. Recién a las siete y cuarto de la mañana coronamos el sector de pre-cumbre de este inactivo volcán en que se encuentran las antenas de los principales canales y radios de Panamá. La altura 3.451 metros. Una tenue lluvia y un helado viento no impidieron que acurrucados buscásemos en las mochilas todo alimento posible. Había que desayunar para calmar el agotamiento y el cansancio. Olavo estaba prendido de la radio escuchando entusiasmado como Brasil ganaba el mundial de fútbol. Todos lo felicitamos casi como si él hubiera jugado también.
Ya con algo en el estómago nos dirigimos en medio de la llovizna hacia la verdadera cumbre, unos cien metros más adelante. Superamos dos promontorios rocosos y pronto nos encontramos en la gran cruz que indica la cumbre. La altura 3.475 metros y la posición 8°48´551N y 82°32´555º.


Cumbre del Volcán Barú


Pero notábamos que no nos faltaba el aire. En nuestras montañas a los casi 3.500 metros de altura se manifiesta ya el apunamiento, especialmente cuando han sido alcanzados con mucha rapidez. Aquí no nos sucedía, pero el frío que producía el viento cargado de humedad y que fluía de un océano a otro, nos hacía enrojecer los dedos de las manos y convertir en torpe nuestro trabajo con ellas. Habíamos pasado de un sofocante calor a un insospechado e insoportable frío. No podríamos quedarnos mucho tiempo mirando el paisaje. Desde esta cumbre se contemplan perfectamente los dos océanos, el Atlántico y el Pacífico. Pero la danza de nubes del norte nos impidió ver el Atlántico y sólo nos permitió como una brumosa aunque azul línea en la distancia, ver el Pacífico. Sacamos las fotos de rigor y a las ocho de la mañana comenzamos el regreso hacia el punto de partida, donde nos recogería a las 12 horas el micrito. Demoramos cuatro largas y cansadoras horas en bajar que no nos impidió contemplar con admiración la abundante vegetación de esta montaña, y a la distancia al pueblo de Boquete que se estiraba elegantemente, unos mil metros más abajo, por todo un verde valle techado parcialmente por movedizas nubes.
El guardaparque al vernos llegar no dejó de regañarnos por subir de noche y de hablarnos sobre los peligros que eso involucraba tanto al poder perdernos como por los reptiles, jaguares y pumas que habitan la selva de esa zona. Nos entendió cuando le explicamos que avanzamos en grupo, siguiendo la senda y controlando la marcha por los puntos que tomábamos de GPS y los que teníamos almacenados previamente del trayecto, incluida la cumbre. Más luego, entrados en confianza nos explicó un poco la historia de este Parque Nacional, creado en 1976 y que tiene una superficie de aproximadamente 14.300 hectáreas donde en los meses de abril y mayo puede observarse el Quetzal, bellísima y rara ave de muy larga cola, que habita en Centroamérica.
Regresando, la plena luz del día nos permitió ver sembradíos de cebollas cultivados por indígenas de raza pura, que habitan esta zona de la ladera del volcán y cuyas mujeres aún visten sus batas (naguas) y atuendos tradicionales. Pronto llegamos a la camioneta que ya nos estaba esperando, y tras regresar el camino, rodeado de plantaciones de cafetales, volvimos a Boquete. Pasadas las 12,30 iniciamos el retorno de los aproximados 460 kilómetros que nos separaban de Panamá capital. Tras más de 6 horas de viaje llegamos. Algunos de nosotros debíamos esa noche tomar aviones de regreso. Fueron horas agotadoras, pero el esfuerzo mereció la pena, habíamos coronado el mayor atalaya de Panamá, y contemplamos una vista que habría envidiado Balboa, el descubridor del Océano Pacífico.




Altitud:
3.475 m sobre el nivel del mar.
Es la 1° cumbre de la República de Panamá.

Ubicación:
Se encuentra en la provincia de Chiriquí, a unas 6 horas de auto de Panamá (475 km.), cerca de la frontera con Costa Rica, en la posición 8°48´551Norte y 82°32´555Oeste.

Dificultad:
Técnicamente fácil. Ascenso en medio selvático, muy distinto al que estamos acostumbrados en nuestras latitudes por lo que se recomienda hacerlo con gente que lo haya subido previamente. Su ascenso se concreta entre las 4 y 6 horas a partir del ingreso al Parque. El descenso demora unas 4 horas hasta la cabaña del Guardaparque.

Equipo:
Se hace en el día. Botas altas de trekking. Abrigo de media Montaña. Equipo rompevientos.
Mochila con alimentos y 2 litros de agua. Un bastón o vara.

Acceso:
Desde la Capital de Panamá, por la Carretera Panamericana se llega hasta David, 8°26´683N y 82°25´758O. Hay servicios de colectivos desde Panamá que paran en David. En esta ciudad se abandona la Carretera Panamericana hacia en Norte, llegando a Boquete donde se puede en taxi – cuesta ida unos U$S 5 y conviene pactar el retorno – llegar muy cerca del control del Parque Nacional Volcán Barú.. Al ingresar al parque debe abonarse un canon de ingreso de U$S 3 para los extranjeros. Por demás detalles de acceso e itinerario ver relato.

Alojamientos:
Se puede conseguir en David, capital de provincia que tiene un aeropuerto internacional y más próximo al Volcán, en Boquete, donde se sugiere pernoctar.

Jaime Suárez

Pico BOLIVAR


Pico Simón Bolívar, 5.007 m

la Montaña más alta de Venezuela

ascendido el 18 Junio 1998

Habíamos llegado al aeropuerto de Caracas, tras una breve escala en Lima y un plácido y sereno vuelo. Dedicamos un día para recorrer a esta importante capital y luego continuamos hacia Mérida que se encuentra a unos 700 kilómetros de distancia y a una hora de avión.
Conjuntamente con el Teniente Coronel José H. Hernández, como integrantes de la UPAME y representando a la Federación de Andinismo y Escalada nos dirigíamos a la Asamblea que realizaba nuestra Institución en esa ciudad con miembros de la Unión Internacional de Asociaciones de Alpinismo, de la Federación Francesa y la Federación Española de Montañismo y Escalada.


Montañistas de América, España y Francia en la reunión UPAME

Habían surgido importantes temas inherentes a la participación del deporte de escalada competitiva en las olimpíadas del 2006 y de otras actividades, incluida la ecología de montaña, que debían ser tratados.
Mérida, la denominada ciudad de los caballeros, la estudiantil y turística, la bella y andina, es una preciosa ciudad venezolana mezcla de pasado colonial y presente cosmopolita , rodeada de verdes y boscosas montañas, que discurre estirada en una meseta rodeada por 4 ríos, dentro de un largo valle cordillerano por sobre los 1.600 metros de altura, y que deja un recuerdo inolvidable en el viajero que la visita y descubre.
En su casco central se encuentran viejas mansiones coloniales, algunas convertidas en museos, organismos y hasta centros comerciales.
Desde esta ciudad observábamos al pico Bolívar, que tutela desde la distancia. Pronto nos enteramos que ascenderlo es la meta de todo andinista que escuchó hablar de él y que por su dificultad constituye una verdadera aventura.
Pasaron rápido los días de reuniones y pronto pudimos coordinar con nuestros amigos venezolanos para ascender durante el fin de semana al Simón Bolívar, que con sus 5.007 metros de altura, y siempre cubierta de nieve, es la montaña más alta de Venezuela. Se encuentra cercano a Mérida y rodeado de otras dos cumbres de importancia como el Humboldt y el Bompland, en la posición N8°22´y O71°3´, dentro de la denominada Sierra Nevada que es la cadena montañosa más alta de la parte norte de Sudamérica, por arriba de Ecuador.
Se integró la expedición con representantes de Chile, España y Francia, debiendo para la aproximación utilizar un teleférico.
jaime suárez


Teleférico de Mérida

Los merideños se ufanan te tener el teleférico más alto y largo del mundo. Fue construido en 1957 y tiene un recorrido de 12, 5 km. a través de una importante y gran extensión del Parque Nacional Sierra Nevada, uniendo, tras 3 estaciones más, a los 2.442, 3.452 y 4.045 metros, a la ciudad de Mérida con el Pico Espejo a los 4.765 m, final del recorrido.
Desde el teleférico se observan pueblos, paisajes y bellísimas y verdes montañas con sol tropical.

Decidimos bajar en la penúltima estación, Loma Rendonda, a los 4.045 metros de altura, y rodeados de una nube, para desde allí ascender caminando y poder lograr aclimatación hasta la cumbre del Pico Espejo, unos 720 metros más arriba, donde pasaríamos la noche.
Luego de unas tres horas de penosa marcha entre lluvia y ventisca, donde utilizamos nuestros bastones y piquetas, superamos ese desnivel y llegamos al que sería nuestro campamento base, la última estación del teleférico que nos serviría de refugio.
Una vez instalados no dejó de sorprendernos observar, a unos 30 metros de distancia, una gran e imponente imagen de la Virgen de las Nieves,



Virgen de las Nieves - Pico Bolivar, Mérida -

...esculpida en mármol blanco, sobresaliendo sobre una preciosa base de blancas y algodonadas nubes y con un fondo de bellísimas montañas entre las que resaltaba el monte Bompland.
Infructuosamente tratamos de obtener una foto completa del Bolívar, las movedizas nubes lo impedían, y el clima no parecía querer cambiar a esa altura.
Luego de contemplar el inusual entorno que nos rodeaba y debido al frío del atardecer, procedimos a acomodarnos sobre el piso de madera del refugio y momentos más tarde, tras una rápida cena, nos refugiamos en el calor de nuestras bolsas de dormir.
A la mañana siguiente, a las siete, iniciamos el ascenso de los 240 metros que nos separaban de la cumbre.
Durante el ascenso al Bolívar

La diferencia de altura era poca, pero unida la dificultad técnica a las ráfagas de nubes que obstaculizaban la visión y a finas e intermitentes nevadas,

...recién pudimos coronar la cumbre a las doce horas, lo que nos dio un promedio de ascenso de 50 metros por hora.
En ningún momento pudimos tomar noción del tiempo ya que la escalada requirió toda nuestra atención. Había instantes en que debíamos clavar con mucho cuidado nuestros grampones y piquetas en cornisas tapizadas con hielo, mientras que en otros controlar la seguridad de un compañero que se adelantaba buscando mejor y más segura ruta de ascenso. Otras veces esperar parados en algún punto difícil hasta que tocase el turno, mientras el frío viento nos sacudía. Pero poco a poco íbamos subiendo y por fin pudimos llegar. Al hacerlo más de un suspiro de alivio se pudo escuchar.
La cumbre era imponente por constituir una afilada cuchilla en la que apenas pueden acomodarse, y no sin peligro, dos o tres personas. Un busto de Simón bolívar en la parte culminante de la cima, colocado en 1951, dificultaba aún más permanecer en ella.


Cumbre Bolívar, con el busto del Libertador

Nos apartábamos para facilitar el acceso de los demás andinistas y más tarde nos acomodamos en una nevada cornisa para un frugal almuerzo, pero recordando cómo se pegaban nuestros guantes a la roca por el frío.


Joan Garrigós y Jordi Pons
José H. Hernandez y Jaime



Cuatro rapeles nos pusieron rápidamente a una altura cercana a la de nuestro refugio base y lejos de la molesta tormenta.

Descenso del Bolívar

Un regreso lento a partir de ahí que finalizó a las 18 horas, y una vez llegados al punto de partida de ese día acomodamos con velocidad nuestro equipo y elementos ya que deberíamos aprovechar el último teleférico, en que bajaban los operadores de la estación, que estaba a punto de partir. Queríamos regresar a Mérida.
Mientras descendíamos, descansando nuestro agotamiento en los cómodos asientos, admiramos la belleza del paisaje que no demostraba en absoluto el otro clima que se desarrollaba en la altura.
Había sido un motivo de satisfacción compartir esta experiencia con otros escaladores por lo que festejamos la cumbre con cerveza y una suculenta cena de truchas asadas a la plancha - que se obtienen en los ríos y lagunas de Sierra Nevada - y que tan bien preparan los merideños, lamentando tener que partir de esta ciudad inolvidable.

Jaime Suárez

El Pico Bolívar, 5.007 metros, la montaña más alta de Venezuela, era llamada “Makumbari”(sitio donde se posa y duerme el sol) por los nativos de esa tierra, pertenecientes a la Gran Nación Maku, quienes al ver el resplandor de sus flancos nevados en horas nocturnas, la consideraban sagrada.
Tras varias denominaciones posteriores, su propuso en 1.925 el actual nombre en homenaje al Libertador para considerar el centenario de su muerte.



ANETO - Techo de los Pirineos -







ASCENSO AL ANETO

 el 29 de Mayo de 1999


por Jaime Suárez

El Aneto, con sus 3.404 metros de altura sobre el nivel del mar, es la más alta cumbre de los Pirineos, sistema montañoso que separa España y Francia. Se encuentra en los Pirineos Centrales, en el Valle de Benasque, Aragón, dentro de uno de los más representativos ecosistemas de la alta montaña de Europa. Lo rodean los más extensos glaciares y el mayor número de cumbres que superan los 3.000 metros de altitud de esa cordillera.

El marco natural en que se integra el Aneto ofrece una amplia variedad de deportes de montaña que van desde el esquí, la escalada, el ascenso, la caminata, el descenso de barrancos, el maratón y algunas más que lo convierten en la meca del Pirineísmo y una de las zonas más frecuentadas de la montaña española.

Pero la gran cantidad de visitantes que soportaba este lugar, unido a acampadas incontroladas, abandonos de basura, proyección de obras como: nuevas centrales, líneas de alta tensión, pasos de frontera, etc., obligó a que fuera necesario proteger esta área de montaña por parte de las Cortes Aragonesas. Surgió así el Parque Posets-Maladeta en el año 1994, con la finalidad de salvaguardar los valores naturales, fauna, flora, formaciones geomorfológicas y para poder potenciar y conservar sus ecosistemas garantizando el uso racional de los recursos naturales. Este parque posee una superficie de 33.267 Has. comprendidas entre los 1.500 y los 3.400 metros de altura.

Habíamos partido hacia Benasque desde Barcelona, miembros de la UPAME (Unión Panamericana de Montañismo y Escalada) representando a Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, Guatemala, México, Perú, con representantes franceses de la UIAA y las autoridades de la Federación Española de Montañismo y Escalada. Desarrollaríamos allí la primera reunión de nuestra institución que se hacía fuera del continente americano y el 5° Congreso Internacional de Ecología de ecosistemas de montaña, y como broche, no podía faltar, un ascenso al Aneto.
Los aproximados 300 Km. que recorrimos, partiendo desde los 5 metros sobre el nivel del mar en Barcelona hasta los 1.135 metros del Valle de Benasque, pasaron rápidamente mientras contemplábamos los sembradíos y paisajes de la campiña catalana y luego el ingreso a los verdes valles de la zona de montaña. Tras unas 4 horas de agradable viaje llegamos.
Nos alojamos en el imponente y moderno edificio de fachadas de piedra y 4 plantas donde funciona la Escuela Española de Alta Montaña de la Federación Española, que incluye en un edificio aparte, también de piedra y grandes cristales, un “rocódromo” para la práctica de la escalada.
Nos sorprendió contemplar en plena montaña una construcción de tal categoría, como también el manejo gerencial de capacitación y recursos. Sería interesante capitalizar experiencias.
Transcurrieron muy pronto los días de reuniones, unidos a las degustaciones gastronómicas, el recorrido por la villa de Benasque moderna y la parte antigua medieval, y las visitas de observación y compra a una muy importante tienda de artículos de montaña.
No dejábamos de admirar que al extendérsenos una factura, en su parte inferior leyéramos el parte meteorológico para las próximas 48 horas: “Tiempo nuboso y “variable para el sábado, con menos sol del previsto en los días pasados. Vientos del “noroeste-oeste moderados, temperaturas de 4 grados de mínima y 19 grados de “máxima, isoterma cero grados a 2.300 metros. Para el domingo día 23 despejado con “sol, temperaturas entre 5 y 23 grados, con vientos del noroeste-sur flojos y la “isoterma cero grados a 2.500 metros”. Era una excelente ayuda para el visitante.

Estaba por comenzar el verano en el hemisferio norte, y el invierno en Argentina, pero por la inestabilidad que presentó el clima, no dejaba de interesarnos que podía suceder el día 28 de Mayo en que saldríamos hacia la montaña. Esa noche llovió copiosamente y el parte meteorológico no era favorable.
Abandonamos nuestro cómodo albergue de la Escuela de Alta Montaña a las 17,30 horas, en vehículos, hacia La Basurta, por un camino asfaltado hasta el ingreso a los Llanos del Hospital a los 1.758 metros y desde allí por un camino consolidado, que en invierno se usa como tránsito de esquí de marcha, hasta nuestra primera etapa a los 1.900 metros de altura. Arribamos tras unos 17 kilómetros de marcha. En La Basurta, en un lugar especialmente dedicado a aparcamiento, quedarían las camionetas esperándonos.
Enfundados en nuestra ropa de montaña, incluidas piqueta, mochila (donde iban nuestros grampones, lentes, comida de marcha para el día siguiente, parka de abrigo, medias de recambio y cantimplora) y colocadas nuestras botas de altura, comenzamos a ascender una huella serpeante, que rodeaba pequeños bosques y algunas mortecinas glaciaciones que luchaban en esta altura contra el fin de la primavera. Los 250 metros de desnivel que existen hasta el refugio de La Renclusa, nuestro destino del día y donde pasaríamos la noche, fueron superados tras unos 40 minutos de caminata.
Este refugio de piedra que cuenta con todos los servicios, se encuentra en proceso de refacciones que incluyen su ampliación y modernización. Los precios son sumamente accesibles. Había mucho movimiento de alpinistas y esquiadores lo que unido a la obra en realización nos hace sugerir a todo potencial montañista que realice las averiguaciones necesarias en la Villa de Benasque para asegurarse alojamiento. Pero siempre es conveniente acceder, por más experiencia que se tenga, con alguna persona experimentada o contratar el servicio de un guía, para disfrutar de la empresa, y minimizar al máximo la posibilidad de accidentes.
Tuvimos que dejar nuestras botas a la entrada del refugio y colocarnos unas chancletas para transitar por su interior. Nos instalamos en un dormitorio del primer piso de cómodas literas, para seis personas, con colchones, y pronto fuimos convocados a la cena que resultó más que suculenta. Había que despertarse a las 4 y media de la mañana para aprovechar la nieve lo más dura posible y evitar que nos enterrásemos al ascender, ya que eso aparte de demorarnos consumiría nuestras energías. Entre bromas y chistes empezamos a conciliar el sueño aproximadamente a las 22 horas. A la hora señalada varios y consecutivos pitidos de relojes anunciaron que había que levantarse. Nos vestimos y tras un buen desayuno, digno del mejor hotel, partimos a las seis menos cuarto de la mañana.
Fue necesario en los primeros minutos y a pesar de la blancura de la nieve, utilizar linternas frontales. Tras dos horas de marcha por una fuerte pendiente accedimos al Portillón superior que se encuentra a los 2.870 metros, allí un breve descanso nos posibilitó colocar los grampones en nuestras botas. Desde allí debimos bajar una pronunciada aunque corta pendiente para introducirnos en el glaciar del Aneto.
Podíamos ya apreciar el sector de cumbre del Aneto. Continuamos hacia el Collado de Coronas, 3.190 metros, perfilando el glaciar del Aneto y pisando una nieve que soportaba bien nuestro peso. El grupo que había salido compacto y unido, se había ido separando por el esfuerzo y al amoldarse cada uno a su mejor paso. Era muy agradable después de haber estado varios días mirando las montañas desde el valle, poder caminar entre medio de ellas. La diferencia del paisaje y de altura con nuestras montañas en el sur, hacía más cómodo el ascenso. Llegamos casi una hora y media después.
La vista era impresionante, un ascendente e inclinado glaciar permitía coronar al Aneto en un desnivel de poco más de 200 metros. Hicimos un breve descanso y aprovechamos también para dirigir una mirada a todo nuestro alrededor y contemplar las cumbres que nos rodeaban. Pero debíamos continuar, ya la nieve no era tan dura, a pesar de la altura.
Unos cincuenta minutos después nos abrazábamos en la precumbre del Aneto a los casi 3.400 metros de altura. Un fino viento nos recibió.
jaime suárez
Aneto, ¡casi en la cumbre!

Aún faltaba superar el llamado puente de Mahoma, filo formado por una brecha de piedras de unos 80 centímetros de ancho por 30 metros de largo, pero con profundos precipicios a ambos costados, que permite acceder a la cumbre real. Aquí el peligro es el vértigo ya que las manos y los pies encuentran siempre donde aferrarse. Permite el paso de personas en un sentido, aunque hay que detenerse en algunos puntos para dejar pasar a algún impetuoso que igual quiere cruzársenos, o tener paciencia esperando turno con algún cuidadoso en extremo que demora el paso de los demás.
Con sumo cuidado y luego de dejar la piqueta y los grampones en la precumbre, para trabajar con mas seguridad, lo superamos. Por fin pudimos abrazarnos en la cumbre final del Aneto. Eran las diez y veinte de la mañana, habíamos demorado poco más de cuatro horas y media desde la salida del refugio. Nuevamente miradas hacia atrás buscando encontrar algún paisaje o punto familiar en medio de tantas montañas tratando de armar en nuestra mente el recorrido transitado. Comenzamos a sacar las consabidas fotos de cumbre para recordar el momento. Nos encontrábamos al lado de un monolito con una pequeña imagen de la Virgen del Pilar, idéntica a la que se halla en Zaragoza y sobresalía en la nieve un bloque metálico. Era la mejor prueba de haber arribado a la altura máxima de los Pirineos.
La visión era perfecta a pesar de los grandes y amenazantes nubarrones que cubrían el cielo en altura.
Luego de las salutaciones y felicitaciones recíprocas procedimos al descenso. No fue fácil. La nieve había comenzado a ablandarse y nos enterrábamos paso a paso. Pasaron tres largas horas antes de llegar a La Renclusa, a partir de allí fue mucho más fácil, en 30 minutos más estabamos en La Basurta. Accedimos a los vehículos y retornamos a la Escuela de Alta Montaña para un merecido aunque tardío almuerzo.
Posteriormente nos enteramos de que la reproducción de la Virgen del Pilar fue colocada en la década del 50 y también una gran cruz metálica que fue tirada hacía poco tiempo por una tormenta y se hallaba enterrada en la nieve sobresaliendo sólo una pequeña parte, que era la que habíamos apreciado.Merece la pena al viajero que ame la montaña y viaje a España, el llegar hasta este bello lugar de los Pirineos.



Aneto, cumbre